LA NUEVA VIDA
—Qué bien que me compré este, qué comodidad. Era más caro, pero valió la pena. Es verdad lo que dicen: “Lo caro, a la larga, resulta barato”.
En esto estaba cavilando nuestro amigo cuando un llanto atraviesa la gruesa y dura madera de su precioso ataúd.
—Bueno, qué pesadez de noche me han dado mis familiares, qué pérdida de tiempo llorar a quien ya disfruta de su nueva vida —se dijo el feliz difunto.
—Señoras y señores, esto se mueve, ahora empieza lo bueno.
—Como dejé escrito, me meterán en mi precioso nicho, que me costó años de amortizar mis cuotas religiosamente —dijo con suma alegría y alboroto—. “Naturalmente, los cadáveres, a su manera, se manifiestan como buenamente pueden”.
Efectivamente, el movimiento y zarandeo del ataúd indicaba a todas luces su traslado definitivo a su nueva morada. El sonido de ladrillos y golpes de maceta indicaban que, definitivamente, el nicho quedó sellado.
—No siento ningún movimiento.
—No sé qué tiempo llevo aquí.
—¿Los muertos tienen sentido del tiempo?
—¡Me aburro!
—¿Cuándo sale la luz blanca y el túnel?
—¿Cuándo vendrán a recibirme?
—¿Falta mucho?
—¡¡Ja, ja, ja!!
— ¿Quién se ríe?
—¡¡Ja, ja, ja!!
—¿Quién eres?
—¡¡Ja, ja, ja!!
—¡Me estaré volviendo loco!
—¿Los muertos pueden volverse locos?
FIN.
J.M. MARTÍNEZ PEDRÓS.
Todas las obras están registradas.
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