DESILUSIÓN

Las lágrimas nublaron los ojos hermosos de la niña. Su corazón desgarrado latía acelerado al contemplar tirado en el suelo el cuerpo sin vida de su perro. De su boca fluía un hilo sanguinolento por donde se había ido su último aliento. Un nudo inmenso se formó en su garganta. No llegaba a comprender ¿Por qué la muerte? ¿Por qué se nos van los seres que uno más quiere?

Con manos temblorosas recogió el cuerpo del animal, sintiendo que algo por dentro se le desprendía, sus piernas flaquearon; pero al fin pudo mantenerse de pies. Llenándose de valor lo llevó para la casa, hizo una fosa, lo puso en una caja de cartón y le dio cristiana sepultura en la parte trasera de la vivienda.

Cada día visitaba la última morada del animal, llevando con ella alimentos y agua, lo depositaba sobre la sepultura. Lo llamaba y le hablaba de sus penas.

— “Sabes, hoy fui a la escuela” “La maestra preguntó por ti” “Le dije, que tú estás con Papá Dios en el cielo” “¿Sabes que me dijo?”. “Que para estar con él, debes estar muerto”.

Afloraron dos grandes gotas de lágrimas de sus ojos, rodaron furtiva por las mejillas de la muchacha.

—“Le dije, que no estás muerto”. Hizo una breve pausa, luego agregó.

—“No volveré a la escuela”. ´´ ¿Sabes por qué?´´- La niña volvió a callar, se pudo oír un quejido lastimoso brotar de su garganta.

Se limpió con la falda del vestido un torrente de lágrimas que fluían de sus ojos mortecinos.

—“Porque la maestra habla mentiras” -- con voz quejumbrosa sentenció la niña.

JOSE NICANOR DE LA ROSA.