Cuando nuestras miradas se cruzaron ocurrió algo. Desconozco qué fue, pero estaba ahí, aunque presiento que solo nosotros notamos esa llamita de existencia precaria y temblorosa que flotaba sobre las volutas invisibles del silencio que nos rodeaba. Los minutos pasaron con la lentitud de siempre, arrastrándose con indiferencia entre el antes y el después, hasta que en algún momento dije alguna nimiedad, y luego ella también dijo algo por el estilo, y nuestras miradas se volvieron a tocar. Aunque ya no recuerdo bien qué dijimos, estoy seguro que ambos lo supimos de inmediato: Lo poco se había convertido en nada.