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MARÍA PÉREZ
Cuantas cosas le dije esa noche a María. Meses embarcado y ahora con ella. Me miraba como encandilada, con sus grandes ojos pardos, entre negras pestañas, ventanas de su cabeza bien formada, coronada por un moño que era como un faro en su pelo negro como el azabache, dejando libres sus lindas orejitas. Piel tostada color pasa sultanina. Bella mi amiga, negrita linda le decía y ella sonreía mostrando sus dientes blancos y labios finos. Todo se lo encontraba lindo, hasta la punta de sus piececitos y sus senitos, su vientre y sus caderas grandes que prometían una buena madre.
Le hablé de mis viajes, de cuando estuve en la China y vi ciudades que crecían de tal manera, noche y día, que uno parecía verlas distintas al despertar. Un edificio que construían al frente de mi ventana del hotel donde alojaba, a la mañana siguiente, había subido dos pisos y me tapaba la vista del día anterior. Tanta gente, motos, autos, bicicletas. Gente sonriente, siempre en movimiento, como un hormiguero.
-Me estás leseando Pedro. Eres muy exagerado-
-Negrita, créame, es la pura verdad-
-Te voy a creer, sígueme contando tus historias- me dijo mientras recostaba su cabeza en mi pecho, no muy convencida pero interesada en oírlas-
-Varias veces he ido a Nueva York en buques con fruta chilena. Melones tunas, uva, manzanas, ajos, cebollas y de un cuanto hay. Zarpamos de San Antonio hasta el Canal de Panamá. Eso es bien entretenido ya que un mar está más arriba que el otro, así que hay llenar unas piscinas grandes, que se llaman esclusas y así vamos avanzando hasta el otro lado. A la vuelta es lo mismo. La primera vez no me perdía nada, ahora ya estoy acostumbrado. Bonito lugar pero muy caluroso y con mosquitos que contagian la fiebre amarilla, así que hay que ir vacunado-
-¿Y qué es la fiebre amarilla? Siempre hablan en San Antonio de ella los marineros-
-Da fiebre, escalofríos, dolor de cabeza y termina con ictericia, vómitos de sangre negra y otras cuestiones jodidas que te pueden matar y también puede quedar crónica, o sea fregado uno para toda la vida. Mucha gente muere, antes era peor, ahora con las vacunas uno se salva. Por eso hay que ir vacunado. Y esto corre para todos los países tropicales de América y África –
-Cuídate Pedrito, para que vuelvas sanito a verme. Me daría mucha pena que te pasara algo-
-No sé preocupe negrita, estoy vacunado y a usted la estoy vacunando-
Se reía María mientras le daba unos besitos en el cuello. Luego se quedó mirándome, esperando que siguiera contándole mis viajes.
Le conté de Nueva York, de sus enormes edificios, de sus numerosos muelles, islas, de la estatua de la Libertad, de un Parque enorme que tienen en el centro, de que su gente es de todas partes del mundo y que encontré a varios chilenos con negocios o trabajando. Pero que prefiero vivir en Chile, en San Antonio, mucho ruido y tránsito en esa ciudad. Bonito conocerla pero para vivir ahí bien, le dije, hay que tener mucha plata. Que me gusta España, Portugal y Brasil. Le hablé de Barcelona y su Catedral, de Lisboa y sus calles empinadas como Valparaiso, con carros igual que San Francisco. Pero el puerto que más me gusta es Río de Janeiro, aunque paso poco por ahí, he ido un par de veces, porque siempre vamos a Santos, que queda como cuatrocientos kilómetros al Sur. Río tiene un Cristo gigantesco arriba de su cerro más alto. No sé cómo lo construyeron, pero es muy impresionante. Desde ahí se ve un espectáculo muy lindo, dicen que es la ciudad más linda del mundo por su naturaleza y gente. La de la “Garota de Ipanema”. La de “Un millón de amigos” de Roberto Carlos, que vive al lado del Pan de Azúcar, un cerro con teleférico.
María me dijo que otros tripulantes le habían contado algunas cosas sobre sus viajes, pero que nunca había estado tan entretenida como conmigo. Yo le creí porque se veía muy sincera. Era franca, sencilla, sin remilgos. Cada vez me gustaba más. Cuando volviera de Nueva York la invitaré a que se vaya a vivir conmigo, pensaba. Ahí, viviendo juntos, veremos qué pasa, a lo mejor me quedo con ella, al fin y al cabo lo que importa es mirar para adelante. El pasado es pasado. Claro, como la venía conociendo hace tres días y me iba en dos más, le pregunté sobre su vida, de donde venía y que pensaba de su futuro.
-¿Creís que te voy a contar el cuento de todas? -me dijo - No, te voy a decir la verdad, para que mentir, mañana te vas y tal vez no vuelvas y si vuelves, que rico. Yo nací en un fundo cerca del Lago Rapel. Tenía un pololo, peleamos, él se fue a Santiago y quedé bien jodida. Entonces decidí venir a trabajar a San Antonio porque estaba aburrida del campo. Hace año y medio, tenía 20 años. Ahora entré a los 22. Trabajé primero de nana y el marido de mi jefa se empezó a propasarse y yo era bien corta de genio y no sabía cómo pararlo. Un día en la cocina, se vino por atrás me abrazó y me beso en el cuello. Para mala suerte justo entró la señora y nos pilló, en realidad lo pilló a él porque yo no estaba ni ahí, sin embargo no me creyó y me puso de patitas en la calle. Para que te diré el escándalo. En los meses que estuve de nana conocí unas amigas y una de ellas tenía una tía que es dueña de una Fuente de Soda. Me dio pega y empecé un trabajo bien sacrificado. Levantarse temprano, acostarse tarde. En la mañana limpiar, barrer, etc…y en la tarde y noche atender los clientes. Además se me iba la plata en una pieza que arrendé. Estaba mejor de nana si no es por el huevón del dueño de casa. Encima me empezó a pasar lo mismo en la Fuente de Soda, el hermano de la dueña empezó a tirárseme al dulce. Yo lo controlaba hasta donde podía pero cada día estaba más cargoso. En esos días una de mis amigas me invitó a conocer el ambiente. Me presentó a la dueña de esta casa y ella me trató con mucho cariño. Me dio plata y me dijo que se la devolviera cuando pudiera y si quería irme a vivir a la casa tenía las puertas abiertas. Bueno yo tengo mi educación bien católica y me asusté y me fui a mi pieza pensando en que diría mi papá y mi mamá si supieran donde anduve metida. Días después el cargoso llegó peor que nunca. Me tiró en un sofá, me metió la mano y empezó a manosearme. Yo lo empujaba pero tenía más fuerza y en eso entra la hermana y ve el espectáculo. Tampoco me creyeron y de patitas en la calle nuevamente. Llamé a mi amiga, la del ambiente y ella fue a consolarme a mi pieza. Conversamos largo y me explicó todo. Ahí decidí irme por el camino fácil ya que el otro no me resultaba. Y aquí estoy y apechugo. Mis taitas nada saben, se morirían de pena. Creen que trabajo de nana. Espero juntar plata, tener un negocito donde nadie me huevee y me retiro. En eso estoy, ahorrando-
Me despedí de María y me fui caminando hasta el puerto. Tenía que dormir en la nave ya que mañana zarpábamos. Recorrí la costanera donde los lobos marinos paseaban y que estaban durmiendo entre las rocas. Miré la luna, el cielo estrellado, las luces de San Antonio, mientras el viento helado refrescaba mi cara. Con una sensación extraña entré a mi camarote y me quedé dormido. Soñé con María.


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El buque se balanceaba como coctelera. Subía y bajaba. Íbamos cerca de Cuba, en el Mar Caribe y nos había agarrado una tormenta, de esas que le ponen nombre, ni me acuerdo cual, que nos tenía rezando a todos. Casi todos se marearon, incluso gallos fogueados, pero yo aguanté firme y ayude al capitán en todo. A asegurar la carga, cerrar bien las escotillas, reforzar las barandas y los botes salvavidas y un cuanto hay. Días después, cuando pasó la tormenta, no sabía ni como me llamaba de cansado. El capitán me invitó al comedor, abrió una botella de Jack Daniels y la tomamos de un suácate y seguimos con la segunda. El mar estaba calmo como una piscina, calma chicha. Así pasa después de la tempestad. Nos fuimos a dormir y desperté como 20 horas después. El capitán me mandó llamar y me dijo que gracias a mi ayuda habíamos salvado la carga y el buque y que me daría un buen premio.
Cuando llegamos a Nueva York me llevaron a la oficina de la naviera, “Armador” le llaman al dueño. Me sentaron frente al Gerente y este me trató muy bien. El capitán le había informado de mi comportamiento y que prácticamente entre los dos habíamos salvado la nave, porque los demás estaban pal gato. Al capitán y a mí nos dieron un gran premio, claro que al capitán el doble, está bien, era el Jefe. Estaban muy agradecidos porque no perdieron nada y eso era muy importante. Fueron como 24 millones de pesos que gané entre sueldos, viáticos y premio.
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De vuelta en San Antonio fui donde la María. Tuve que esperar en el salón del primer piso porque estaba ocupada, trabajando. Como a la media hora bajó acompañada por un gringo con cara de huevón. Cuando iba en la mitad de la escalera me vio y casi se cae escalera abajo de la impresión. Su carita se puso roja y como que le dio vergüenza. Se sentó en el sillón junto a mí y me preguntó cómo estaba. Y entonces vi que unas lágrimas salían de sus ojos pardos y corrían por sus mejillas.
-¿Qué te pasa María?- le pregunté.
-Es que me da tanta vergüenza verte Pedro. Quisiera que todo fuera distinto, pero elegí esto y soy sólo una puta. ¿Querís subir?-
-María, no quiero subir. Gané una plata y quiero que compremos una casita y que te vengas a vivir conmigo, que seas mi mujer, porque te quiero María y te sacaré de aquí, si tú quieres vivir conmigo-

La María se abrazó a mí y no paraba de llorar. Llegó la señora de la casa y las demás niñas y todas le preguntaban que le pasaba. Ella sólo dijo: -Soy tan feliz, que no me lo creo- y no se soltaba de mí.

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Pasaron diez meses y tengo dos Marías; madre e hija. Claro que ahora queremos una parejita. Tenemos una casita bien puesta. Ella trabaja en costuras y tiene un negocito en la casa donde vende ropita y yo un taller mecánico que era lo que siempre quería. Todos los días le doy gracias a Dios y a la Virgen por la tremenda mujer que me dio.

Texto agregado el 08-03-2014, y leído por 80 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-03-2014 Alguien te puso un sólo voto, pero no hagas caso. Los textos largos me suelen aburrir, pero el tuyo me encantó. Un beso lleno de estrellas. MujerDiosa
 
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