El abuelo.
Esta mañana la neblina del Río Paraná no se levanto sino hasta las nueve y media. Es domingo y pareciera haber un silencio más profundo del habitual. Con termo y mate Pedro sale al patio donde ya se encontraba su abuelo mirando el suelo, apreciando las sombras que se formaban por la luz del sol que calentaba la planta de mango. Tras sentarse lo miró… y si bien lo conocía de toda la vida, por un momento sintió que por fin lo estaba viendo realmente.
Pedro retiró la bombilla y colocó sus palmas sobre el mate, lo sacudió con una leve inclinación y pensó -¿por qué tendrá la mirada perdida?- Luego vierte un poco de agua tibia, aun sin la bombilla, en el fondo de la pequeña bajada de yerba que se había formado y lo relojea de nuevo y ve a la tristeza reflejada en sus ojos de color agrisado, ahí sentado con los pies cruzados y meciéndolos de izquierda a derecha. Luego de unos segundos coloca la bombilla dentro y vuelve a cebar, se toma el primer mate y piensa nuevamente, por momentos lo siente nervioso.
Durante su turno, el abuelo pareciera volver en sí pero ante el gruñido de la bombilla se volvía a ir. ¿A dónde?- se preguntaba en silencio Pedro-¿Se sentirá mal? Espero que no, su cara me hace recordar el momento en que tuvo el ataque, es un milagro que siga con vida, espero que no. Fue un sufrimiento muy grande para todos y qué valiente es la abuela y qué fuerte se mostraba ante nuestros llantos, aun cuando los doctores le dijeron que las posibilidades eran mínimas siempre se mantuvo fuerte. -¿Estará bien? ¿En qué pensará?.
Vamos Caray!!! Irrumpe el grito de un vecino el silencio, pero el viejo solo responde -Ueepaaa…- sin mirar siquiera a la calle. Pedro en tanto recuerda una bella imagen, y se enoja consigo mismo por no tener el coraje de ir a hablarle -¿qué le diría? ¿Por qué mierda soy tan cagón? Espero verla de nuevo mañana, mañana le hablo y qué me importa.
Por un momento en el cuadro se encontraban los dos tan lejos uno del otro retornando cada tanto ante la finitud del vicio. Un puño cerrado que golpea a cada segundo el apoya brazos de la silla de madera lo que vuelve a llamar la atención del joven mientras alza la vista -ya parece impaciente- piensa - ¿Por qué tendrá los ojos rojos? ¿Estará bien preguntarle que le sucede?- Pedro infla los pulmones de aire y lo expulsa lentamente y de pronto, sin saber por qué, siente miedo y lo mira y lo admira -espero algún día llegar a ser como él, cuanta lucha en su espalda, cuantas guerras perdidas, cuantas batallas ganadas. ¿Pensará en todo eso? ¿Recordará? No se por qué nunca le hable de lo orgulloso que estoy de él, espero poder decírselo. Sin hablar Pedro expulsa en la mente un “Ay abuelito…” Era extraño que la abuela no haya vuelto, esta tardando mucho, le gustaría que estuviese en ese momento ahí por si pasara algo, ella lo conoce mejor que nadie y con solo verlo sabría que le sucede, ojala encuentre algún día una mujer como ella que comparta la vejez junto a mi, -¡que gran mujer!- piensa el nieto.
Varios sorbos después el silencio pareciera profundizarse, un escalo frío recorre al muchacho por la espalda, ambos siguen allí en silencio. Pedro, a cada momento que pasa pareciera juntar valor para emitir las primeras palabras en la relación abuelo-nieto y matar el dolor del silencio.
Finalmente Pedro pregunta – Abuelo, pasa algo te noto un poco afligido, tal vez impaciente o incluso nervioso. ¿Te sentís bien?
-No me siento muy bien hijo, si es cierto estoy un poco disgustado y ansioso… es que tu abuela salió a las 9.15 a hacer las compras, ya son diez menos cuarto y no ah vuelto, te aseguro que se quedo con Ramona la del negocio conversando y no me trae el carbón para hacer el asado. A este paso comeremos a las una Pedro, ¡a las una! Se almuerza a las doce Pedrito.
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