Yo creo en la inspiración. Por norma, cuando nos ponemos a escribir algo es porque estamos inspirados. Incluso tenemos alguna musa que nos incita a ello, ya sea por algún amor o el simple hecho de tener ganas de hacerlo y nos gusta. Normalmente escribimos poesía, palabras que forman un verso, a veces rítmico porque seguimos unas reglas, otras libremente, pero siempre reflejamos aquello que nos sale del corazón. Y eso que nos sale del órgano que mueve nuestro cuerpo a través de la sangre es lo que ayuda a uno a componer palabras bellas, armoniosas y recitadas sobre el papel, hay ritmo, reglas y amor en todas las letras, tanto si escribimos a un árbol o a una persona que amamos. Démosles entonces sencillez y pasión a las frases, vida y composición a los versos, escuchemos los susurros del poema mientras lo escribimos, armonía al silencio en la soledad cuando estamos solos. La musa está a nuestro lado, observando, ayudando si el papel y la pluma están parados y darles originalidad, despejar la cabeza y para terminar aquello tan bello que deseamos escribir. No nos vale amontonar palabras sin sentido entre ellas por muy bien que queden. Separemos frases para descansos gramaticales y a la hora de recitar, busquemos las más bellas, aquellas que de verdad salen de nuestro interior y repasemos una y mil veces, si hace falta, cada una de ellas. Siempre existe la adecuada para poner, con prisas salen feas, aburridas y de mal pronunciar. Nos lo agradecerá nuestro cuerpo y también aquella musa que ronda cerca de nosotros.
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