Aunque no entendía muy bien que era eso que los grandes llamaban vacaciones, Libertad, la más pequeña de la casa, las esperaba pacientemente, ya que sabia que era en vacaciones que toda la familia salía a pasear.
Y todos se iban para una tierra en donde el sol brillaba más, donde el agua pareciera que no tuviera fin y cada paso que se daba era calientito, sobre todo porque se anda sin zapatos. Entonces Libertad se divierte haciendo castillos de arena, donde Tobías habita, antes que su hermano los destruya de una patada o de un balonazo.
Entonces ella corre y llorando le cuenta a mamá que manito le rompió el castillo. Ay, esta niña que se preocupa por cosas tan pequeñas como un castillo de arena, sabiendo que lo puede volver a construir, dice mamá. Y Libertad vuelve a construir el castillo, donde vivirá Tobías, con mucha dedicación y esfuerzo, yendo y viniendo con un cubo, que a veces iba lleno y a veces desocupado, mientras su madre se quema con el sol. Y ella, la más pequeñita se mete al agua, con una cosa en su cintura que no la deja hundir, el cabello se le viene por la cara y papá la sostiene mientras aprende a nadar.
Ojalá llegaran ya las vacaciones, hacen tanta falta. |