"Te enseñaré el miedo en un puñado de polvo"
-- T. S. Eliot
El miedo es tal vez mi más grande enemigo. Muchas veces me pregunto por qué, pero aún no hallo una respuesta que satisfaga mi inquietud. Miedo a qué, me digo. Miedo a todo y a nada. Miedo a comenzar algo, y miedo a no terminarlo; es más, creo que lo único que realmente he terminado cuando lo he empezado, son mis escritos. Aunque pensándolo bien, en estos momentos tengo dos cuentos sin terminar. Y pienso que me sirve muy poco el pensar que El Miedo es una palabra y un concepto que nos inventamos los seres humanos precisamente para dejar de hacer, o nunca hacer, lo que debemos, lo que pensamos e incluso, lo que queremos y deseamos. Lo inventamos sólo como escudo para nunca luchar, como excusa para escapar. Pero escapar de qué, no lo sé; tal vez de nosotros mismos, de los demás, de lo que somos o de lo que no.
Mi miedo está tan adherido a mí, a mi piel, que no sé si algún día, lejano o cercano, logre huir de él. Tal vez nunca lo haga, o tal vez la única manera de lograr vencerlo sea al morir. Lo cierto es que siempre lo veo, en todos lados, donde quiera que yo esté, ahí está él, burlándose de mí. De hecho, y no es mentira lo que digo, puedo verlo al cerrar mis ojos, e incluso al despertar y en cada uno de mis sueños; creo que debido a ello ya mis sueños se han ido; ellos, de cierta forma, sí han logrado escapar.
Siempre me han dicho y he sabido que la vida es para valientes, y que en este mundo debemos estar preparados para sufrir, pero nadie me ha hablado del miedo, nadie me ha dicho cómo librarme de él. Tal vez sea porque soy la única que lo ve o lo siente, o tal vez porque yo le doy demasiada importancia a este tema, o tal vez sea porque el miedo no es más que la vida misma con un rostro, una piel, unas manos y un cuerpo femeninos muy parecidos a los míos. Tal vez ese miedo sea el reflejo de mi misma.
Y creo que lo peor de todo es que el miedo es un laberinto con muchas caras iguales que no me permiten escoger, ni decidir, ni luchar o dormir, ni soñar o cumplir o arriesgar, ni ganar o perder y mucho menos vivir. Mi miedo se sienta y se acuesta junto a mí, todos los días y todas las noches como esa sombra que se refleja en un muro ante una luz tenue que la ilumina y que poco a poco se vuelven una. Y creo que para finalmente vencerlo, debo no pensar, pero esto es imposible; debo apartar mis pensamientos y sobre todo, mi cerebro de mi cabeza, pero sería morirme y aún no lo hago; y si muero se irá conmigo y aún así difícilmente podré ser libre. Mas sin embargo, creo que lo peor de todo es mi temor a ese enemigo que me habla sin palabras, que me mira sin mirarme y que vive en mi interior y que siento respirar con cada latido de mi corazón. Lo peor de todo es mi miedo a mi miedo. |