EL LORO DE LOS VECINOS
DEL NUMERO 10
Era nuestra tercera mudanza en Londres. Veníamos huyendo de un matrimonio holandés sin hijos_ como nosotros entonces_,con un perrito_ como nosotros_, y pesadísimos_ como ellos mismos_.
Aparecían en casa cuando menos lo esperábamos. Llegó a tal punto nuestra obsesión, que entrábamos, silenciosos, a oscuras, poníamos la televisión baja y no encendíamos las luces hasta tener las cortinas echadas_ en Inglaterra no había persianas_ Pero como entonces los teléfonos no tenían identificación de llamada nos encontraban en casa una vez mas.
Se convirtieron en una pesadilla. Recuerdo que se quedaron unos días, que fuimos de viaje, con nuestra perra Tatiana _ todo un personaje que estuvo a punto de ser portada del periódico Pueblo como ya os contaré en otra ocasión_ y como resultó que llegamos un día después de lo que les habíamos dicho, estuvieron a punto de denunciarnos a la Sociedad Protectora de Animales, por abandono.
Cambiamos de número de teléfono, y obviamente, no les dimos nuestra nueva dirección. No los volvimos a ver nunca mas.
Un problema resuelto.
Nos mudamos a otra calle al número 11. Al final de un duro día con los hombres de la mudanza todavía en casa, suena el timbre….
?
Merchy, es la vecina que dice que nos preparó un sopa pues se imagina que estaremos cansados.
!!! NO !!!
La vecina oyó la respuesta y tuve que aceptar un vino español al día siguiente, que era domingo, en su casa.
Se llamaba Janette Wilson _ espero que todavía se llame así_ y también era/es holandesa. Guapísima incluso en opinión de mi mujer. Una mujer bandera en el mas amplio sentido de la bandera_ por cierto nunca supe que pinta la palabra bandera en la descripción de una bella mujer_. Recuerdo muy bien sus palabras:
“Hola soy Mrs. Wilson y vivo en el número 10_ en aquel año Mr.Wilson era el primer ministro. ( Para los despistados: los primeros ministros vivían y viven en el famoso numero 10 de Downing St)._y les he preparado una sopa de bienvenida, pues no estarán ustedes para cocinar. Gracias muy amable,pero mi mujer está muy cansada. Bueno entonces les esperamos mañana a tomar un vino español.”
Pero, por Dios Juan mira como estoy, en plena mudanza. Vete tú que te encantan las relaciones públicas_ no había visto todavía a Janette, pues no hubiera dicho que quería ir solo porque me gustan las relaciones públicas_.
Al día siguiente nos reíamos con nuestras dudas, casi filosóficas, sobre como deberíamos ir vestidos. Acabábamos de desayunar, como quien dice.
! Caray ! el tema no era baladí. Podéis creerme que para nosotros se hizo casi inasible.
Poneros en nuestro lugar; era la casa de al lado, nuestros jardines se comunicaban, podríamos hablar desde nuestros propios jardines incluso tomar una copa de vino permaneciendo cada uno en su terreno.
Al final cumplimos con el protocolo y nos vestimos mas o menos bien . Dimos los seis pasos necesarios para tocar el timbre de nuestros vecinos.
Janette estaba radiante; se había vestido de largo y la verdad es que estaba bellísima.
-Hola me llamo Janette,. Yo Juan y mi mujer Mercedes.
! Ah Que romántico como la del Conde de Montecristo !.
_ Dice que te llamas igual que el gran amor del Conde de Montecristo_.
Justo cuando comenzábamos a entrar en el hall, nos paró y bajando un poco la voz nos dice con la mayor naturalidad:
“ Ahí dentro hay un loro suelto; vosotros no lo miréis ni le hagáis caso pues se pone muy nervioso con las visitas”.
_Merchy que dice que dentro hay un loro suelto y que no lo miremos pues se pone nervioso con las visitas.
_ Vamos para casa_ otra vez el toque de sensatez de mi mujer_.
Cuando se abrió la puerta del salón nos quedamos perplejos. No había mas muebles que una silla Kenedy frente al ventanal que daba al jardín y un sofá a nuestra izquierda pegado a una pared desnuda. No recuerdo si había algún cuadro en las otras paredes. Lo primero que vi_ sin mirar, por supuesto_ fue la jaula vacía del loro.
Si Janette quiso buscar el contraste en el matrimonio_ o fue una promesa_ no lo sé, pero, lo consiguió con John, que así se llamaba el marido. Era contable_ Alberto Sordi en “contable Moreti”_. Bajo_ creo que un poco más que yo_ feo_ desde luego que mucho mas_ con un terrible acento de Liverpool y vestido de negro total. Mas tarde supimos que siempre vestía de esa guisa.
John estaba de pie de espaldas a nosotros mirando a su jardín con una copa en la mano. Y así permaneció hasta que Janette nos anunció_ os aseguro que con el tono empleado solo faltaba que tuviera un paje a su lado_
Tardó unos largos segundos , se volvió y lentamente, girando todo su cuerpo nos saludó.
Cuando nos trajeron el vino no sabíamos donde poner los vasos. No había donde posarlos. Después de varias miradas entre mi mujer y yo, y con grandes dudas, los pusimos en el suelo.
-Vamos de aquí, Juan, que estos son peores que los anteriores.
- Tranquila estamos al lado de casa.
_ Janet y Jonh dicen que eres muy guapa y eres la representación que ellos tienen de una española _. Vale, dale las gracias, pero volvamos a casa que tenemos mucho que hacer, dijo cambiando el argumento.
Continuamos con la típica conversación de quienes no se conocen y convierten la reunión en un absurdo interrogatorio.
De repente, el loro que andaba suelto por la habitación y que sin mirarlo yo lo veía todo el tiempo_ no me fiaba nada del dichoso pájaro_, se acercó al vaso de mi mujer . Un enorme grito
!!! John trae un vaso para al loro!!!.
John que apenas hablaba y no paraba de mecerse en su Kenedy, aprovechó el vaivén de bajada de la silla para ponerse en cuclillas y a gatas _ sí, lo habéis leído bien, a gatas con las manos y los pies en el suelo_ salió de la habitación, supongo que a la cocina.
_ Juan, por Dios, vamos a casa. Estos están como cabras, volvía mi mujer al argumento verdadero_.
John, el contable, volvió erguido y puso un zumo de naranja que el loro_ al que ya empezaba a coger manía_ no hizo ni caso de su zumito.
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Es justo, y en honor a la verdad, que esta historia la termine aclarando que resultaron ser unos magníficos vecinos con quienes estuvimos muy en contacto muchos años, incluso cuando ya dejaron de ser nuestros vecinos.
Ellos no eran tan raros. El raro, raro, raro, era
el cabrón del LORO
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