Me robaron el coche
Hablamos de los años de una España santa casi saliendo de las misiones y unos españoles que cada vez que viajaban a Europa, llevaban una meta decidida: ir a un strip-tease, ver películas prohibidas y todos especta-culos posibles.
Por la mañana, venían a la oficina con su uniforme de ejecutivos, con cara de circunstancias y hablábamos de las cosas serias que le habían servido de disculpa para desplazarse a Londres.
Vamos, típica reunión de empresa. Ya en la comida cuando estaban mas distendidos, y siempre utilizando un tono desenfadado, decían lo mismo y con la disculpa recurrente:
- si te parece bien esta noche, podríamos ir a ver algún espectáculo.
Y siempre remataban:
- Por mí no es, lo hago por mi mujer, que ya sabes como son ellas; le apetece verlo.
Por este motivo, había preparado_ cual agencia de viajes_ un itinerario por los tugurios del Soho.
Comenzaba la gira nocturna con una cena en el último piso del elegante edificio del PlayBoy, en pleno centro de Londres, nada menos que en Park Lane, frente a un lateral de Hyde Park, atendido
por mujeres banderas ¿ vestidas? como conejitos a cada cual mas impresionante, y que, cual buenas maestras, enseñaban de todo.
El maître era un simpático andaluz, cliente y conocido mío, que se apellidaba Lanudo y era calvo como un bola de billar. Nos daba un trato VIP y mandaba a nuestra mesa a la mas guapa simpática y descocada de las conejitos a entretener a mis invitados_ que a decir verdad no necesitaban tanto para ser entretenidos_.
Al finalizar la cena, pasábamos por la planta baja donde estaba el Casino, otro lugar prohibido, entonces, para los españoles. Hacían una apuesta en la ruleta y después nos íbamos a lo que estábamos : a un espectáculo pícaro o a un tugurio de strip-tease dependiendo de los visitantes. Mi mujer bromeaba con que iban a acabar saludándonos por nuestro nombre en todos esos lugares.
Analizar y distinguir unos españoles de otros formaba parte de mi importantísimo trabajo. Me jugaba el puesto en cada juerga nocturna.
Pues bien, lo confieso , no siempre acerté.
Vino a Londres recomendado, por mi familia, y mi empresa, un famoso pintor orensano con su elegante esposa a participar en una exposición colectiva . Yo no lo conocía personalmente; solo sabía que era un reconocido y magnífico pintor.
El último día de la exposición, les invité a cenar.
Los llevé _! como no!_ al Play Boy.
Llegados al restaurante y una vez sentados me dí cuenta que había metido la pata. Era algo así como haber llevado a mis padres a ese sitio. Eran personas muy serias casi ascéticas y la antítesis de los que hasta ese momento habían venido de España.
No levantaron los ojos del plato por lo que las conejitos podían haberse quedado en su madriguera. Tenían problemas de salud y casi todo lo que estaba en el menú era incompatible con sus estómagos.
!Madre mía! Yo sudaba. Vaya noche nos esperaba a mi mujer y a mí.
Terminada la cena, como os podéis imaginar, ni nombré el Casino y salimos directamente a la calle donde me iba a encontrar con la siguiente sorpresa de la noche.
Había desaparecido mi flamante coche que había estrenado la semana anterior.
_!!! Me robaron el coche !!! Dije bastante alterado, mirando al norte, sur, este y oeste de la calle.
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Me coge el maestro pintor del brazo y le sale desde lo mas hondo de su pecho:
- “Y yo me dejé la gabardina dentro”.
Siguiendo un consejo de un amigo muy apreciado quiero redondear la historia contando que el coche se lo había llevado la grúa y lo recuperamos junto con la gabardina del pintor, felizmente intacta sobre el asiento.
Al día siguiente, como personas educadas que eran me llamaron para darnos las gracias por la cena y despedirse :
- Perdona, mi mujer me dio la lata con la historia de la gabardina; me puse un poco nervioso, pero es que tenía el pasaporte en un bolsillo de la gabardina.
A partir de este simpático hecho, logré que un psicólogo me hiciera un test para mis invitados y no repetir el error. Pero no hizo falta utilizarlo porque el PlayBoy fue clausurado por las autoridades inglesas y vendido el edificio por prácticas fraudulentas del Casino.
Os juro que yo nada
tuve que ver.
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