El pijama con pantalón de manga corta
Como muchas familias antiguas españolas, yo también tengo un hermano-padre. Sí, me ratifico: Hermano de sangre; padre de vocación; religioso y jesuita para más señas..."
Hace muchos años cuando los seis hermanos eramos una familia de piel tersa, pelo negro y sin achaques, mi hermano-padre jesuita se fue a Málaga a pasar unos días con mi hermana viuda y funcionaria de Hacienda.
Binomio apropiado y de perfecto encaje: funcionaria del Padre Fisco, la una, para los problemas de este mundo y funcionario de la Santa Madre Iglesia para los problemas del otro mundo, el otro.
Mi familia es así. Hay un ginecólogo para los deslices amorosos, un abogado funcionario de la Xunta para los favores inmobiliarios y un químico, que por desgracia no está ya con nosotros, para hacer virtud de la mezcla de los deslices amorosos con los inmobiliarios.
Mi hermano eclesiástico admiraba mucho a mi hermana funcionaria . De hecho me contó la siguiente anécdota:
- Juan, el otro día en casa de Niña, que así llamamos, todavía hoy, a la única mujer que mis padres consiguieron en la familia, había una reunión de unas seis o siete mujeres hablando todas a la vez ,manteniendo una conversación en la que se entremezclaban preguntas con respuestas, comentarios y risas con exclamaciones. Todo ello a gran velocidad.
!!! Y créeme, se entendían perfectamente y todas seguían la conversación como si de un distendido diálogo entre dos se tratara !!!
Al día siguiente llamó a mi hermana
_ ¿Donde puedo comprar un pijama ?-
- Y cuanto cuesta para que yo me oriente ?.
-Entre siete y ocho mil pesetas, le contestó mi hermana, desde la oficina, con conocimiento del tema pues para eso tuvo marido.
-Era una tienda grande y encontré , cuenta mi hermano, una larga fila de pijamas de todas las formas y colores.
Se acercó con cierta aprensión y de una manera un tanto disimulada, pues no encontraba propio de un cura comprar un pijama, y solo miraba los precios y la talla. No le importaba si eran feos o incluso horribles. Pero los que veía costaban 20,000 14,000 12,000 pesetas
Asustado y cuando creía que nunca iba a encontrar el modo de solucionar su problema, ! Oh maravilla!, de repente y como si de una aparición mariana se tratara, vio uno de 8,500 pesetas. No se lo pensó dos veces y con el trofeo debajo del brazo, se fue directamente a la cajera, pues su honradez no le permitía marchar sin pagar.
Puso el pijama en la cinta, sacó un billete azul de cinco mil pesetas y cuatro billetes verdes de mil y los colocó con sumo cuidado encima de su prenda. Nueve mil pesetas.
La Cajera se quedó parada le miró y le devolvió el billete azul de cinco mil y tres verdes de mil.
- Señor, son 850 pesetas.
En ese momento supo, pues los jesuitas tienen fama de listos, que los que había visto costaban 2,000 1,400 1,200 pesetas.
El pijama resultó tener_ como decía mi hija de pequeña_, el pantalón de manga corta y nadie en la familia ni siquiera nuestra hermana logró ver el pijama con pantalón de manga corta...
Afortunadamente para la Compañía de Jesús mi hermano nunca tuvo un cargo financiero .
Pero, debo reconocer que el pijama tiene un puesto importante en nuestra familia.
Al leer esta historia mi compañero de habitación del colegio Mayor Fray Luis de León en Salamanca, me recordó que el problema de los pijamas debía de ser un mal endémico en la familia Romero.
En el colegio teníamos unas siete u ocho chicas de servicio doméstico. Eran otros tiempos. Había una que se llamaba Luzdivina ; y realmente lo era. Y no solo tenía divina la cara .
Imaginaros una mujer así en un Colegio Mayor con cerca de doscientos chicos veinteañeros. Todos los colegiales estábamos _ permitirme que lo diga de forma fina y poética_ enamorados de ella.
Desde luego sus padres tuvieron que ver al nacer un bebé hermoso y con futuro para acertar tan bien con ese nombre.
En el comedor todos buscábamos una disculpa para pedirle algo a Luzdivina y conseguir que te mirara unos segundos.
!Y mira por donde! Un día se rompió el codo de mi pijama_ las malas lenguas dicen que fue de tanto estudiar_.
El pijama rompió por puro uso y desgaste que así ocurrían las cosas en aquella época.
- Quédate conmigo, le digo a mi compañero, que ya tenemos una disculpa para hablar con Luzdivina.
-Por favor, podrías coserme el codo de mi pijama que se rompió ?
Lo miró, vio que no era un excusa y se lo llevó.
No recuerdo si me sonrió, pero me daba lo mismo: había estado con ella. Me miró y me habló; suficiente.
A los dos días volvió con el pijama y con el problema resuelto a su manera.
Me entregó el pijama con una manga cortada justo por encima del codo roto. Y estuve todo un año orgulloso usando mi pijama con una manga corta y una manga larga cual obra maestra de Luzdivina.
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Fue el mejor
corte de manga
que recibí en mi vida.
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