Te escribo mis cartitas, sencillas, muy sencillas. Sin palabras elocuentes, sin banalidades ni grandezas. Estan escritas, para que cualquiera las pueda hacer suyas, con pocas palabras que se puedan leer en cualquier lugar del mundo y contarselo a otros, para que otros oigan lo que yo te escribo en ellas. Son para ti, y las podras guardar en tu corazon, para que nadie las pueda robar. La llave, si quieres, yo la guardare, pero, sino quieres dejalo abierto, porque estan escritas para resistir a los encantadores, a los malignos y hechiceros, a los magos y bufones que hacen perder la cabeza a cualquiera.
Entenderas en ellas, que soy un hombre simple, sin complejos, franco y honesto; un hombre que puede vivir en cualquier parte del mundo. Bien, pude haber cruzado, junto a Moises, el mar del Africa, cuando tu pueblo se refugiaba en el seno del poder divino; o, entrar a la tierra prometida junto a los ejercitos de Josue. O, quizas, servir de copero del rey como lo hizo Daniel; o repartir entre tu pueblo las riquezas de Egipto o cantar con los que cargaban el Arca del Pacto cuando cruzaban el Jordan.
Mis cartitas son de escritura facil, con una historia muy conocida. Para leerlas no hay que quebrarse la cabeza y, con abrirlas y leer las primeras lineas se puede conocer la bondad del espiritu.
Mis cartitas no es un cantar, ni las recita el juglar, mi abuelo sefardita que nacio en Espana. El espiritu de mis cartitas eres tu, la musa que vive en New York y se ejercita en el sotano del # de Park Avenue.
Son cartitas para darle la vuelta al mundo, como lo hizo el Apolo 12, y ser leidas por los astronautas para que las escuche toda la tierra. Habia querido, ponerlas dentro de una botella y tirarlas al fondo del mar para que nadie se quedara sin leerlas, porque Jonas debe conocer lo que yo te digo.
A Nietzche, no se las hare llegar. Kafka recibiria noticias de ellas. A Faulkner y Hemingway les emocionara saber como la Claudia, de Cardenal, la bailarina de Harlem, tiene una rival newyorkina, una judia, que se ejercita en el gimnasio que esta en el sotano del # en Park Avenue. Spinoza, no se si regocija en el espiritu de los judios, pero le hablare de ellas. A Maimonides, personalmente se las leeria aunque no se si acepte la inspiracion que da una musa, le dire que encierran la inspiracion de un querubin de oro.
Estas son mis cartitas, simples como un racimo de uvas que invitan a saborearlas. |