Discurso de un adicto a las vampiresas
Perdónenme por convocarlos a este banquete sin ningún motivo de celebración, si lo sé entonces el término es cena o buffet pero nunca banquete. Siéntense todos mientras me permito hacer una confesión ante ustedes. En primera instancia debo confesar tengo una adicción la cual he guardado desde los comienzos del imperio, suelten el vino, escuchen a este pobre adicto antes de su próxima caída en la esquizofrenia.
A pesar de las trivializaciones del tema siempre me ha interesado la raza vampírica, puedo decir con una gran sonrisa en mi rostro que los vampiros han sido puestos en el mismo lugar de los unicornios de colores vívidos; representantes de cierta cultura totalmente ajena a mí. Esa sonrisa puede convertirse en carcajada y luego en facción inerte. ¡Como si ese cuadro no los estuviera observando!, no se asusten si subo un poco el tono de mi voz ronca, pueden tomar con fuerza el mantel si lo desean. Aunque sinceramente les recomiendo parpadear continuamente para esconder un poco esos ojos de terror y sorpresa, pues si continúan con ellos me ahogaré por la falta de oxígeno mientras rio.
Pausa para un sorbo de vino, un merlot para la situación. Música ¿les gusta la música? Me extraña su timidez, media hora atrás reían en los pasillos de la mansión, parecían tan felices; todos en el juego social del ir y venir de palabras bellas usadas con la misma intención con la cual en muchas situaciones pagamos con una moneda de cuero. Todos reluciendo aquellas sonrisas arregladas junto al mejor al acento que pudieron refinar, que han refinado a través de los años. Tranquilos era una simple observación de su actitud que ahora me extraña.
Si la situación de este momento les parece poco usual es porque seguramente nunca habían escuchado el discurso de un adicto. Déjenme contar mis más bajas pasiones respecto a la fémina de la raza vampírica, menos mal ninguno de los aquí presentes es adulador de los hombres lobo, bueno ni que esto fuera coincidencia. Vampiresa, esa es la palabra, el término para referirse a ellas; conocedoras de la noche. Mientras yo soy simplemente un enamorado de la noche por la noche misma ¿alguno ha escuchado de estas damas?, probablemente no.
Supongo ustedes son de los que al caer el atardecer entran a su mansión y buscan su agua bendita, la riegan en sus puertas también en las ventanas sin olvidar el techo. Todo para evitar la entrada de los seres que rondan nuestras praderas aledañas, para no caer en la tentación de la muerte tan bella como es, a mi parecer en la noche se hace más fuerte ese juego de seducción que llevamos con la muerte a diario. Siento tristeza ajena, su desconocimiento del cuerpo de estas profundas pasionales señoritas. Cómo olvidar mi primer encuentro con una de ellas, no voy a mentirles yo era un noble de sangre azul al igual que ustedes; incluso más, mis costumbres eran tajantes y estrictas. Esto hasta que un día después de un banquete donde celebrábamos la llegada de un nuevo ser a la familia, había nacido el hijo de mi hermana Juliana y se celebró aquí en el mismo comedor donde están ustedes ahora sentados; después de comer los barriles de vino empezaron a rodar por los suelos. Entré en un estado de conciencia alterado a causa de las excesivas cantidades de vino en mi sangre.
Estaba solo, eran aproximadamente las tres de la mañana. Se escuchaban las travesuras de esas damas, de aquellos símbolos de tentación, subía a mi habitación despacio para no caer por las escaleras cuando la vi, estaba sentada una esbelta figura que apenas se diferenciaba por la poca luz proveniente de la vela al lado del a ventana. El miedo lleno cada célula de mi cuerpo, sus labios pintados de rojo sonreían tentándome, y me surgió una pregunta ¿cómo acercarme a este ser tan extraño para mí? El vino me recorría las venas hasta llegar al cerebro, en cada suspiro el aire se tornaba más denso, ahora podía verla mejor pues mis sentidos se agudizaron, mis manos estaban totalmente inquietas. Múltiples imágenes rondaban mi cabeza, me mordía los labios con tanta fuerza que sentía el sabor a sangre en mi lengua. Al verme así, esta dulce dama me preguntó con sonrisa pícara y acento elegante “¿alguna vez te han amenazado con la inmortalidad?”. Ella se acercaba con paso fino en tacones de alta figura mientras mi respiración se agitaba rápidamente con cada sonido del tacón chocando el suelo. Al llegar al frente mío sonrió mostrándome sus deleitantes colmillos, se mordía el labio inferior de tal manera que cualquier mortal se hubiera desmayado extasiado en pasión.
¿Por qué sus bocas están abiertas, es que acaso no conocen la tensión anterior al acto sexual? Ella, como lo pueden notar, la llevo al extremo, después de eso fue un suspiro antes de saltar hacia su cuerpo, específicamente mis labios a los suyos y mis manos a su largo y oscuro cabello. Irónicamente ella para este punto estaba más acelerada que yo mismo, ¿cómo lo sabía?, su respiración estaba agitada, sus manos buscaban desgarrar por completo mis ropas finas, así que le susurré al oído pidiéndole calma, tenía ganas de conocer cada oscuro resquicio de aquél cuerpo. Vino a mi mente cierta frase de un célebre poeta “No me tientes que si nos tentamos los dos no nos podremos olvidar”. Continué besándole el cuello con gran energía, al llegar a su oreja me detuve por un momento para sentirla moverse bajo mi cuerpo humano. ¡La mordí!, sentí en todo su auge un temblor de su cuerpo completo, lo que me hizo respirar muy fuerte, mis ojos se convirtieron en grandes agujeros negros con un brillo de luna roja.
Que aburridos vosotros con sus placeres convencionales y corteses. En la mitad del pasillo con tapete rojo estábamos juntos respirando el denso vapor creado por cada roce, por cada fricción y suspiro. Mis manos caminaban los delicados desiertos cálidos de sus costados mientras ella suspiraba fuertemente, hasta el cuándo terminado el recorrido mis manos encontraron hermoso lugar con montañas tan bellas como los valles libres. Me atacó con un mordisco a mis labios, este ataque hizo que apretara mis manos bajo su ceñido corcel, después de esto los cordones cedieron y sin retención alguna cayó del otro lado del pasillo. Con un movimiento rápido mi camisa quedó desgarrada en pequeños trozos por sus emocionadas uñas, quienes a continuación se posaban sobre mi pecho donde se veía mi corazón saltar apunto a de estallar. Una sonrisa pervertida me llenaba el rostro. De manera casi violenta terminé de desprender la no poca cantidad de ropa que traía mi nuevo deleite. Un momento antes de entrar en ella la miré directo a los ojos, alcancé a apreciar una leve cantidad de corriente que la hacía temblar toda, también en aquella corriente se notaba el deseo suyo de que la destrozara toda en ese instante. Un salto de la imaginación a la realidad.
Si tan solo pudieran, como yo, recordar el cálido fluir de hormonas en su cuello deslizándose suavemente hasta la última vértebra, ya totalmente colorida a causa de tanta surrealidad para ese instante. ¿Acaso se están aburriendo?, odio que se miren entre sí como si no supieran que yo también sé que todos tienen las esposas sueltas hace tiempo. Esperen un rato más, les tengo una sorpresa. Si me permiten hablar les contaré acerca de mis torpes movimientos sobre tal divinidad malévola. Mi cuerpo no sabía cómo reaccionar, así que de manera instintiva se movía frenéticamente, tal cual al ritmo de una animal. Sus ojos más hermosos que los astros brillaban como el reflejo de la luna en el mar, todos llenos de almas tormentosas, placeres indignos e incluso amor descristalizándose. Paré pues quería disfrutar el momento, el amiente cargado de los dos seres sobre aquella alfombra.
Los dejaré ir, escucho a una de mis amadas pecadoras acercándose. Y cómo no, ya se acerca la madrugada. Levántense y huyan despavoridos, no vuelvan jamás a este maldito lugar de quien alguna vez fue noble de sangre azul. Quiero verlos correr a esta hora de la noche cuando están jugando sus demonios por las calles, quiero que alguno ceda su voluntad y se una a los mismos placeres que disfruto yo desde hace años. No miren atrás compañeros, mis ojos están llenos de algunas de esas almas tormentosas que tienen mis amores malignos. Sólo una cosa más antes de que crucen la puerta compañeros, no le cuenten a nadie de mi adicción, ellas no deben saberlo o perderé la guerra. La guerra del amor para quien no lo sepa, y no me puedo dar el lujo de perderla o ya no tendría nada. |