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Festín en la oscuridad.

Silencio y Soledad habían sido invitados al festín de Oscuridad. Esta llegó puntual cuando el sol retiró sus últimas pintas. Silencio y Soledad mantuvieron cierta discreción y aconsejable distancia. Silencio, haciendo uso de sus mejores recursos, montó guardia con gran expectación, erguido, concentrado, firme, tenso. Hasta detuvo su corazón para que sus latidos no se confundieran con la casi imperceptible respiración de Jorge Luis que, dormido, hacía descansar sus huesos en su dura cama.

Soledad estaba vestida de monotonía y calzada de indiferencia. Con las mechas revueltas y los brazos batiendo, penetró en las entrañas de la complaciente anfitriona. Allí soltó todas sus ataduras y sin hacer el menor esfuerzo por averiguar lo que estaba pasando, apoltronó su insociable existencia.

Silencio no las traía todas consigo. Aunque la paz y la calma de Oscuridad contribuían positivamente a los propósitos de la cita, le molestaba mucho la aguja del tiempo que con crueldad incesante estallaba segundo a segundo en la silente estancia. Además de ese solapado sonido que le quitaba marco a su delicada tarea, debía soportar el rumor de las olas y el canto del viento que, a lo lejos, auguraban horas difíciles.

Todo era preocupante para Silencio. No desatendía ni el menor susurro, por extraño o aislado que le pareciera. En la extremidad de sus afanes por acercarse a la perfección, le arrebataban dudas y sugestiones que lo llevaban a escuchar los aullidos del lobo y hasta su castañetear de dientes hambrientos de muerte que le llegaban de un monte apartado ¿Eran presagios?... Nada dijo, sin embargo, porque debía limitarse a su estricta ocupación de eclipsar al ruido aunque el costo de ello fuera muy alto. Soledad en cambio, cubierta por las sombras, se mostró tranquila, como en su casa. Ella, sin admitir su desamparo, avivó su instinto de mantenerse aislada del mundo, absolutamente lejos de la vida en común, “Yo no sé –pensó-- si para esto me han convocado, pero lo cierto del caso es que en este escenario de oscuridad y silencio sólo faltaba yo y aquí estoy porque me lo han pedido”.

De pronto…un hombre apareció por la ventana, dio un salto felino y con pericia esquimal clavó el arpón en el costado izquierdo de Jorge Luis. El alarido se escuchó en toda la casa y posiblemente en la otra banda del mar. Oscuridad reventó en mil pedazos cuando se encendieron las luces y todo se convirtió en una loquería de gritos y bocinas. Nadie más supo lo que aconteció con Silencio y Soledad. La cita concluyó cuando ni siquiera había empezado el festín.

Texto agregado el 28-02-2014, y leído por 84 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-02-2014 No le digo.Se tiraron la fiesta,como estaba de animada.No hay derecho.UN ABRAZO. gafer
28-02-2014 El hombre lo perturba todo. Silencio y Soledad debieron sentirse comodos luego del arponazo. rentass
 
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