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El Apodo

-¿Nombre y apellido?- inquirió el Juez
-Antonio Luis Bedoya-respondió el acusado
-¿Tiene algún apodo?
-¡Ese fue siempre mi problema!, me dicen “El Chacal”
Fue el karma que siempre persiguió al infortunado Antonio; hacía dos años que se hallaba recluido en el penal de Montenegro, acusado de los delitos más aberrantes que se podían imaginar. Siete crímenes, veinticinco robos, tres violaciones, cinco raptos.
Su vida parecía fácil; nació en el seno de una familia de clase media alta, hijo único; vivió rodeado de lujos y comodidades, aunque ausente de afectos.
Fue criado por su ama de llaves a la que quiso más que a su madre, y que murió sorpresivamente cuando solo tenía doce años.
Unos padres ausentes, colmados de compromisos sociales y aquel infante transformado en hombre, luchando por entender la vida.
Tuvo una adolescencia cruzada por la droga y la noche, sin apremios económicos, rodeado de circunstanciales amigos al que solo le unían los vicios.
Su primera víctima fue la persona que más amaba, Raquel, la que no figura en su prontuario y a la que perdió en aquella noche de descontrol en la que las pastillas cargaron con su vida.
Su relación con el delito comenzó como un juego. Con su compinche, “El Titi”, querían sentir la adrenalina y la euforia que ya no le daban las drogas y decidieron ingresar a un supermercado chino con intenciones de robo. Sin ningún tipo de logística previa, solo munidos de dos pistolas nueve milímetros que solícitos dealers les habían alquilado, ingresaron al almacén y encañonaron a su dueño exigiéndoles la recaudación:
-No entende- Trataba de disimular el oriental.
-No te hagas el boludo, chino de mierda, dame la plata- gritaba el titi
Un estallido puso fin al griterío; una bala se incrustó en las sienes de su compañero de andanzas, desplomándolo inánime en el suelo, luego del artero disparo que a escasos metros efectuó su dependiente, que abrumado por los hechos soltó su arma y se tomó la cara con sus manos.
Algo intuía que con el sobrenombre de “El Titi”, no le esperaba un futuro promisorio.
Antonio no dudó un instante y descargó toda su ira hacia el ahora indefenso empleado. Fueron tres disparos para sellar su destino y se reservó el resto del cargador para lanzárselo al dueño del supermercado que pedía clemencia en un muy claro castellano.
Los diarios hicieron el resto, con titulares de catástrofe, instalaron el mote de “El Chacal” al niño bien que buscaba emociones fuertes. Contaba con solo 17 años.
A partir de ese momento todo cambió; de un desdibujado personaje de la noche porteña a un rufián que imponía el respeto en el mundo del hampa. No por nada era “El Chacal”. Se puso en traje de asesino despiadado, que al principio le quedaba grande y comenzó un raid delictivo para no defraudar a sus seguidores.
Más que el botín buscaba el reconocimiento mafioso de sus pares, tal es así que buscó las formas más criminales de cometer desmanes, sobresaliendo el asesinato de dos hermanos que, adormecidos por el alcohol osaron llamarlo por su apodo a la salida de una discoteca. Porque si era algo que lo encendía eran las burlas sobre su persona
-Ahí va el chacal, el terror del barrio chino- Gritaba uno de los hermanos
-Porque no te metes con hombres de verdad – completa el otro
Ya a los pocos segundos, un reguero de sangre alimentaba la leyenda de un personaje. Porque fue así, el personaje se devoró a la persona.
Tuvo socios de tropelías, pero le duraban poco, ya que Antonio solo buscaba la fama y sus compañeros un mejor pasar. Se comentaba que sus andanzas delictivas muchas veces terminaban con el asesinato de sus cómplices, al menos comprobado en 3 de los homicidios que se le atribuían. Siempre con el mismo modus operandi, un disparo de magnun 7,57, ahora su inseparable compañera de andanzas.
De modales refinados, con un nivel cultural que sobresalía de la media, le abría las puertas con el sexo débil. Sus conquistas lo buscaban por su fama y una vez seducidas buscaban redimirlo. Pero “El Chacal” no se podía permitir semejante dislate; en las mujeres encontraba la forma de vengar el prematuro arrebatamiento que la vida le hizo privándole de su primera novia y su amada madre postiza.

Pasiones tormentosas, celos injustificados llevaban a rupturas traumáticas en las que no faltaron violaciones, raptos y muerte.
La inestabilidad emocional lo convirtió en un hermitaño, condenado a vivir en oscuros hoteles de la estación terminal, reclamado no solo por las fuerzas policiales sino que también por sus antiguos camaradas que no le perdonaban sus métodos.
Ahora su raid delictivo se había limitado al robo por las inmediaciones a ocasionales transeúntes, prostitutas y comercios. Estaba lejos de los buenos tiempos de lujos, olvidado de las discotecas donde pasó su reinado y despreciado por la sociedad que clamaba por su captura.
En su lúgubre habitación pasaba sus horas aferrado a su más fiel compañera, la magnun 7.57 .
Otra vez las portadas de los diarios se acordaron de él: “En un operativo policial de rutina, fue atrapado el peligroso delincuente conocido como “El Chacal”.
Lo habían sorprendido hurgando bolsas de residuos de la vereda de un local de comidas rápidas minutos después de asesinar de un balazo a un pordiosero cuando se disputaban por alcanzar una maltrecha hamburguesa.
-Sr Juez, me declaro inocente de todos los cargos que se me imputan, soy un usurpador; la sociedad en su conjunto me cargó y me condenó con un apodo. Soy Antonio Luis Bedoya. Me hago responsable de un solo delito que fue el de robar el título de “El Chacal”, traje que dejé en algún lugar de la ciudad, listo para ser usado por los incautos desgraciados abandonados por la vida.

OTREBLA







Texto agregado el 27-02-2014, y leído por 202 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
27-02-2014 Crímenes de rutina para el chacal. Bueno! Rentass
 
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