Febrero 2014. Volveré, aunque, antes voy a contar hasta el infinito
Hoy, después de una noche de sueños inquietos, donde mil melodías resonaban en mi mente, mi cuerpo era recorrido con destrezas curiosas de manera suave y apasionada, y yo, ups, me estremecía.
Mis manos, solo alcanzaban a buscar entre los vacíos que la ilusión creó.
No quiero engañarte, no deseo mentir, me he esperanzado, de una imagen que mis soledades amplifican.
No te conozco, y sueño con caminar a tu lado, con tomarte de la mano, y tal vez, ¡Hasta darte un beso!
Sólo que: no sé nada de ti, y lo más importante para mí, es conocer el tono de tu voz, qué te hace soñar, qué lugares visitas cuando duermes, qué aromas despiertan tu apetito, qué pasos te llevan a donde gustas caminar, qué rumbo lleva tu vida, qué te motiva a vivir, por qué luchas, cuales son los ideales que te hacen salir de la cama… ups.
Tan sólo sé que, eres una mujer, y te diré, que amo a las mujeres, tanto que me identifico como una de ellas, aunque, jamás me han gustado los hombres en mi cama.
No me pongo etiquetas, tan sólo, me acepto como una situación de la condición humana.
No sé, si al hablarte como lo hago, te ofenda, o te haga sentir mal, o tal vez, me consideres una atrevida.
Como ves, no ofrezco garantías de ser la persona idónea para una relación.
Tengo un hijo, José Ángel, que es rebelde, obstinado, en ocasiones difícil, que muchas veces, deseo que ya busque su pareja y se vaya a formar su propia familia, un hijo que mil veces ha caído y las mismas, he buscado la manera de que se levante para seguir adelante.
Soy padre, madre, hombre y mujer a la vez, y en ocasiones, existe quien, por mi condición, piensa que no merezco el título de ser humano.
No quisiera equivocarme, deseo creer que eres libre, sin compromisos, soñar, al imaginar que podría tal vez, algún día, tomarte de la mano y caminar a tu lado.
Amaneció fría la mañana, tal vez como la realidad que vislumbro.
Estornudo y pienso que tal vez, tú piensas en mí, necesito salir a caminar para pensar un poco.
Sé que Dn. José Santana, mi abuelo materno, migrante de las Islas Canarias, refugiado en México por la dictadura de Francisco Franco, en diversas oportunidades, por mil causas, como yo, también se sentía ausente, como un extraño en medio de la gente.
Al traer su imagen a mi actualidad, me vuelvo náufraga de los recuerdos de mis tardes interminables en bicicleta... Fascinada por aquellas nubes de verano, acostumbrada al olor de los geranios rojos que adornaban las paredes blancas, con ganas de dormirme antes que nadie y ser la primero en levantarse, puntual, en las mañanas de domingo en la parroquia.
Sé que a veces regreso hasta mi ayer, con los zapatos sucios de mi infancia.
Pese al silencio, yo seguiré hablando por dentro mientras el tiempo se encargará de arrastrar mis historias al olvido.
Dejaré escapar un hondo y largo suspiro y volveré a respirar en este ambiente, vacío... El sofá me espera, también esa luz tenue encendida y aquel libro.
Sí, volveré, aunque, antes voy a contar hasta el infinito.
Desde Tijuana BC, mi rincón existencial, lugar donde hoy, amanecí con besos a sabor de realidad deprimente.
Andrea Guadalupe.
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