Y así de la nada, nace ese sentimiento de añoranza...
De recordar los días dulces de la infancia, en los que no habían preocupaciones... No habían barreras ni limites, todo era posible. Moría por ir a lugares con animales y embarrarme, mojarme o ensuciarme. El olor a melaza de los bovinos me encantaba... ahora lo aborrezco. ¿Eso pasa cuando una crece? Podía perfectamente cuadrarme la ropa que mi hermano, aunque mi madre decía que quedaría como un niño; y sí! quedaba como un jugador de fútbol afeminado. Pero, con eso ya era feliz. Ahora quiero actualizar mi armario muy seguido. Ahora todo es más complejo, debo estudiar en la universidad para no quedarme estancada, debo buscar un trabajo para tener dinero, debo hacer ejercicio para que mi abdomen permanezca plano, debo depilar mis piernas para parecer más bella. Ahora, no hay escondites ni rondas infantiles, las invitaciones son a beber y bailar de noche. Los juguetes cambiaron por maquillajes y accesorios. Ya llegaron todas esas cosas tontas de las relaciones sentimentales. Y ¡ay no! Ahora quiero ser niña "ota ez".