El hombre hurguetea en una bolsa de basura
mientras otro ser escribe una carta anónima
pan duro y carnes podridas son el mísero botín
infundios y denuestos completan el menú
de aquella carta injuriosa escrita en las sombras
gusanos blancos en las comisuras del mendigo
la honra ha muerto hace mucho en el otro
y de sus labios delgados escapan bajezas
los pantalones del menesteroso son harapos
el alma del escribiente ya no existe y sólo el odio
titila en la oscura celda de ese cuerpo sin vida
mendrugos e infamia, inopia y descaro conviven
bajo el mismo techo en la escena mundana
el personaje entrega la carta y esconde el rostro
el vagabundo ya ni se acuerda si tuvo alguno
y mastica los huesos que le disputó a los perros.
Hambre visceral, fuego en las tripas vacías
y el otro que se solaza con su propia podredumbre
pan e intriga, acechos distintos, uno busca saciarse
y el otro sólo espera consumirse en su propio infierno.
El mendigo se acerca zaparrastroso y extiende su mano
el hombre se atusa el bigote, hurga en su bolsillo
y le arroja una moneda que espejea ambos rostros
dos caras en esa superficie gastada, instantánea
que en una milésima de segundo ha fotografiado
la miseria humana reinando en todas sus formas…