Todo comenzó con una alucinante necesidad de estar sola, en silencio. Sentirme a mí misma, como pocas veces estuve, recordar, quizás soñar, pero más que nada escribir, volcar en estas hojas, algo que dentro de mí brotaba hace tiempo. Era llevar al papel lo que en noches sin sueños imaginaba, transformaba o quizá quería que fuera real lo irrealizable. Sola es una palabra triste y a veces necesaria, siempre he estado rodeada de familia, de cariño y a pesar de ello me he sentido muy sola. Soledad de mujer. Esta palabra tiene dos significados, soledad material, tangible y otra, la que se siente muy adentro. La primera, como hoy, la buscamos, la necesitamos, la otra ni la queremos ni la buscamos, pero está, existe, rodea el alma y aprieta el corazón. Ahora a través de los años he comprendido que muchas veces sentí esa soledad interior, que llenaba de sueños durmiendo despierta, que me inventaba historias. Me faltaba algo muy hondo que con el correr del tiempo lo he podido saber. Alguien con quien compartir esos sueños. No se puede volver hacia atrás, a los años felices, gira la rueda de la vida, no en un giro sin fin, sino en un espiral que se aleja y se pierde en la distancia hasta entrar en la órbita del cosmos donde ya ni siquiera miramos hacia atrás. Cada etapa de nuestra vida nos va dejando algo que queda guardado en los infinitos casete de nuestras mentes y de ahí vamos reproduciendo de tanto en tanto en nuestra memoria los diferentes hechos que más se destacaron y que dejaron tristezas y alegrías en su momento. Corre la vida sin parar y seguimos viviendo. |