He estado acompañando un grupo de turistas europeos por lugares algo lejanos a lo que normalmente llamamos civilización y estaba atrasado en el conocimiento de los eventos que ocurrían en el mundo.

Esta situación me hizo cometer mi primer error, es decir, apenas quedé solo en mi habitación y a la espera del comienzo de la siguiente asignación encendí el aparato de televisión.

Cinco minutos después, envuelto en una profunda amargura, apague las espantosas imágenes y acallé los terribles comentarios que las acompañaban.

Era tan grande la pesadumbre que me produjo la tenebrosa realidad que casi no pude dejar de cometer mi segundo error al ponerle palabras, casi en voz alta, a los sentimientos que me embargaban:

-¡Pobre gente!

En mi consciente abarcaba tanto a los protagonistas de las noticias como a los periodistas encargados de describir los acontecimientos.

Casi no había terminado de pronunciar el último signo de admiración cuando comencé a pagar por mi descuido:

-No temas, -dijo la voz de Elfo desde la entrada de mi mente, lo que me hizo pensar que estaba escondido detrás de la puerta para intervenir tan pronto como fuera posible. El enano me conoce tan bien que podía predecir mis acciones con bastante anterioridad. ¡No sé si odiar sus entrañas o agradecerle su soporte!

-El mal es algo tan degenerado que lleva la propia destrucción en su naturaleza. -Agregó con una convicción que me enfadó de golpe, como si me hubiera insultado.

-¡Puede ser! dije rabiosamente, -¡pero mientras tanto destruye cuanto puede de modo que inocentes pagan por las, por las...! -Me encontré con que no tenía la palabra justa.

-...estravagancias del mal -ayudó Elfo.

-Esas no eran las palabras que buscaba pero puedes usarlas, -le contesté todavía enojado.

-Tienes razón, -me respondió con un dejo de tristeza. -Eso es parte de la distorsión que el mal impone al mundo real. A algunos de los humanos les agrada el eufemismo:«Daño colateral». Lamentablemente, cuando la humanidad aceptó ser regida por esas leyes, aceptó también todos los daños colaterales que las acompañan.

¿Regida por esas leyes? ¿De que estaba hablando el pequeño esperpento?

-¡Yo no acepté ningún mal para regirme! -Volví a montar en cólera por una acusación que juzgué injusta.

-Está bien, -me respondió Elfo blandamente. -No vale la pena discutir una realidad que comprobamos todos los días. Pero insisto, salvo por las injusticias que el mal acarrea, es seguro que caerá bajo su propia maldad, es como el cáncer que matando a su víctima (lo que es injusto), se mata a sí mismo.

-¿De donde sacas tantas tonterías? -Mi pregunta se originaba más en mi perplejidad ante la seguridad que Elfo mostraba que en calificar sus palabras pero trataba de desequilibrar su autonomía.

-Mira, te pongo un ejemplo, -prosiguió Elfo imperturbable, -hace unos años un talentoso escritor de nombre Will Cuppy escribió un librito titulado «Decadencia y Caída de casi todo el mundo» (Decline and Fall of Practically Everybody 1950). En esta pequeña obra, dura para con la humanidad, se le ocurrió tomar a broma el tema para morigerar el impacto de la realidad, en ella recuerda la biografía de famosos en la historia y postula su tesis "Para ser recordado como un héroe es necesario que seas el responsable de 100.000 muertos o más.

-Esto hace acreedores a ese dudoso honor, entre otros, a personajes como Guillermo El Conquistador, Alejandro Magno y Ricardo Corazón de León. No puedo citarte la obra aunque no es muy extensa pero sí puedo mencionar como ejemplo, algo que escribió acerca de Enrique VIII Tudor, dice: Somos injusto con este monarca, lo llamamos asesino y solamente es responsable de la muerte del 33% de sus esposas pero olvidamos que es el padre de la sin par Elizabeth I quien accede a nuestras biografías por derecho propio.

-Ya ves, el mal se muestra intocable en todas las obras importantes de la historia.

Como de costumbre, yo no tenía argumentos para discutirle al condenado enano nada de lo que me decía.

Por primera vez en nuestras discusiones pude tomar la delantera y opté por ignorarlo abriendo un libro y haciendo como que leía.

Unos segundos después sentí sus pasos de regreso por el pasillo de entrada a mi mente y alcancé a verlo que volvía al Archivo moviendo la cabeza de lado a lado y murmurando algo así como:

-Va a ser difícil completar esta misión.

No supe que pensar.




Epílogo no contextual

Hace poco aprendí una expresión muy común, así me lo cuentan la gente del lugar, entre los habitantes del chaco santafesino, en el noreste argentino:

Batir el chuño.

Cuando pregunté que significaba, me explicaron que el chuño es una especie de patata o papa con la que se puede hacer una crema muy espesa y nutritiva batiéndola con extremo cuidado porque si se hace mal la pasta tiende a formar grumos, perder homogeneidad y gusto.

Por similitud usan la expresión Batir el chuño a «pensar» porque si una persona pierde la costumbre de reflexionar su cerebro desarrolla grumos y pierde la habilidad de crear.

De allí el título de este cuento.