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Sí había ocurrido algo relevante aquel día era cosa que desconocía. Si el conjunto de fuerzas habían dispuesto una nueva composición de lugar era cuestión que, acaso, descubriría al día siguiente, pues Jacinto no había asomado el rostro a la calle. Había sido un día de los que él llamaba de ausencia de incidencia. Ni siquiera en Facebook nuestro amigo había asomado su hocico romo.
Frisaba la cincuentena y su repercusión en el mundo era prácticamente cero. Ho había habido descendencia, ni escrito novela o libro. Tampoco plantado un árbol. Si caía fulminado, fuera de las molestias del enterramiento, su influjo sobre los demás sería nulo o prácticamente.
Sin embargo Jacinto H. valoraba y bastante su vida, hasta el punto de albergar conformidad con lo que hallaba si se examinaba con detenimiento.
Cuando amaneció, sin embargo, el mundo había cambiado y mucho. Era imposible que en cuestión de un día hallase todo tan desconocido. No eran los mismos los supermercados y sus viejos conocidos eran eso, viejos. Miró un calendario y se encontró que aquella noche había valido, misteriosamente, por treinta años. Cuando empezó a sospechar que allí había gato encerrado, se dio cuenta de que simplemente durante aquel día que había permanecido ajeno al mundo habían aprovechado para cambiar el tinglado. |
Texto agregado el 21-02-2014, y leído por 102
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