...empiezas a subir serpenteando y el sudor empieza a brotar entre el vello de las piernas. Empiezas a subir y un sudor seco se desliza por tu frente, bordea la ceja y se cuela entre el párpado, inundando el ojo como una especie de ácido. el corazón bombea a más velocidad y los pulmones necesitan viento que respirar. Quiebras, requiebras, te retuerces pero ya no puedes parar. Pararías: es lo que más deseas en estos momentos, pero parar, al mismo tiempo es la renuncia definitiva, el volver a empezar, la marcha atrás, la derrota. Seguir es el triunfo, seguir hasta el límite, hasta ese momento en que las piernas van solas, en el que la mente se desgaja definitivamente del cuerpo, en el que la voluntad se impone por una vez, por un leve instante. En este momento se abre la segunda válvula, esa que rarísima vez se utiliza, peo de la que todos disponemos alguna vez en la vida. En alguno de esos momentos en que todo se quiebra y parece que no podrás más...