Era uno de esos días que se inició al amanecer y terminó al atardecer!
¡Sí! uno de esos días en que lo más importante que sucede es: ¡nada!
Ustedes los conocen, la única ventaja que tengo sobre el resto de los mortales es que yo puedo entrar en mi mente y molestar a Elfo por un rato, lo que hace que el día sea unos minutos más corto.
Bueno, me dije tan pronto como me di cuenta de que iba a estar más aburrido que un rockero escuchando el primer movimiento del Concierto Triple para Pífano y Picolo, por Isha Wald, ejecutado por el Cuarteto Hilvanado, integrado por Utilidad Bruta en Pífano; Gasto Indebido en Piccolo; Pérdida por Impuesto en Viola da Gamba; Ingreso Neto en Laúd y la coloratura, acompañada por la virtuosidad de Ganancia Bruta, de la gran soprano Inopp-Ortune Hipo; tan pronto como me di cuenta de que iba a estar así de aburrido, como escribí más arriba, me decidí a ir a buscar a Elfo.
Cerré los ojos para ver mejor y aumentar la capacidad de sentir al introducirme en mi mente y caminé por el pasillo hacia el Archivo.
Los primeros pasos fueron seguidos por el silencio habitual que mi mente suele producir cuando está inactiva, que es casi siempre. Luego, mientras me acercaba al Archivo Literario oí una voz que, sin dudas, era de mi duende y recitaba con voz pomposa, aunque algo confusa y no podía entender las palabras.
Crucé el umbral de la puerta justo cuando Elfo estaba diciendo:
Los pulgares me hormiguean:
algo malvado se acerca.
Abran, llaves, a quien llame.
Y viéndome, se echó a reír por la coincidencia .
Yo estaba paralizado: sobre varios tomos de una Enciclopedia Britannica, fuera de uso debido a Internet pero perfectamente actualizada, como siempre, usándolos como un escenario, el diablejo estaba leyendo el Acto IV Escena I, de Macbeth, sé que la reconocieron, pero yo sentí la necesidad mencionarlo. Había un crudo dibujo de un caldero y tres viejas brujas que lo rodean colgado en la pared, todo era tan increíble que no sabía cómo reaccionar.
De todos modos, mi asombro, incredulidad y perturbación interior, no eran causadas por todas esas cosas que describo más arriba, sino lo que veía a los pies del improvisado escenario:
Sentadas cómodamente en un tomo de la Enciclopedia Británica cada una, con las piernas cruzadas y dando la impresión de estar en su casa, había cuatro atentas Señoritas Elfos, pendientes de cada sílaba y de la actuación de mi gnomo!
Elfo, dejando de leer, exclamó alegremente:
-¡Ah!, aquí está mi hombre! -Yo, ¿SU hombre? ¿De donde ha sacado que soy su siervo?
Tuve problemas para encontrar mi voz, pero al fin pude decir:
-¿Has traído un montón de primas para visitar mi mente? -Le pregunté innecesariamente y casi tartamudeando.
Por supuesto, en ese momento cuatro cuellos giraron hacia la puerta para mirarme y cuando todos esos ojos esmeralda se posaron sobre mi persona sentí que se me aflojaban todos los elásticos, incluso mis calcetines cayeron límpidamente sobre mis zapatos.
Elfo, como siempre, no dio importancia a mi incómoda situación y exclamó:
-Estaba entreteniendo a mis primas hasta que te dignaras a mostrar eso que llamas cara.
Yo estaba tratando de responder, pero esos ojos esmeralda estaban haciendo algo dentro de mí, sólo pude tartamudear:
-Co, co, como sa, sa, sabías que, que ven, ven vendría?
¡Parecía que había dicho algo muy gracioso porque los cinco duendes se rieron alegremente como si yo fuera un payaso!
Entonces una de ellas se puso de pie y caminó hacia mí como la mejor supermodelo en cualquier certamen y mirándome desde sus cuarenta centímetros de altura, dijo, con voz débil y ligeramente erótica, como si estuviera pidiendo un collar de diamantes:
-Mi nombre es Elkad, ¿puedes ponerte en cuclillas, por favor?
Mientras me agachaba envuelto en una nube verde jade, me sonrió y cuando mis ojos estaban a la misma altura que los de ella me miró fíjamente, había pequeñas estrellas que bailan en el iris de color esmeralda y la promesa estaba allí, sólo que no había una explicación de qué promesa se trataba ni cómo se llamaba esa sensación que me envolvía.
Después de un rato se volvió hacia Elfo y dijo:
-Es cierto, te han dado uno de los propietarios de la mayor idiotez de la humanidad, no puedo creer que hayas tenido esa suerte!
Estas palabras hicieron que las otras tres señoritas corrieran hacia mí y me cercaran con esos ojos esmeralda, me sentía mareado.
Como en un sueño escuché a Elfo decirles:
¡Tengan cuidado! Puede colapsar su cerebro con demasiados shrewt. Basta con mirarlo una a la vez y déjenlo sentarse en el suelo.
Caí sentado con la espalda contra la pared y permanecí allí perdido en una niebla de color esmeralda y riachuelos de cálidas caricias, no sé por cuánto tiempo.
De pronto, sentí un manto frío que me cubría y al volver en mí pude ver a Elfo de pie delante mío y con cara de preocupación.
-¿Estás bien? -Preguntó.
Me sentía cómodo en el interior donde las guedejas color esmeralda estaban bailando aún pero no me gustaba el frío que sentía en el cuerpo.
-Ese frío soy yo, -dijo Elfo, -es mejor que vuelvas a tu mundo. No debiera haber dejado a mis primas hacer lo que hicieron pero son tan insistentes y amenazaban con no creer que eras tan... Eeeh, que eras tan... bueno, además de que pueden ser muy convincentes cuando han decidido conseguir algo.
-Por otro lado, -añadió, -ahora que los elfos te conocen, ¡es probable que vengan a visitarte a menudo!
¡Qué otros elfos están planeando venir a visitarme a menudo ...!
-¿Cómo? -Le pregunté, -¿estás loco? No puedo manejar a uno de ustedes y vas a traer, no otro, sino cuatro elfos más?
-No, no cuatro, me informó mi Elfo, -mucho más, cuando se sepa en Galwrst lo que pasa hoy aquí, casi todo el mundo va a querer venir a verte.
Yo tenía la necesidad de patearle las encías al condenado gnomo, cuando añadió:
-Y algunas de las damas tienen el mejor shrewt que existe.
Eso me detuvo, oh, yo sé que soy egoísta, pero ¿qué puedo hacer? Entonces se me ocurrió algo y le pregunté:
-¿Por qué no siento ningún shreenury o como quiera que sea su nombre, cuando te miro a ti?
-Porque nosotros, los varones elfos reservamos nuestro shrewt para las señoritas elfos, ¿entiendes?
-No te preocupes, -continuó, -recuerda al Bardo.
Macbeth nunca será vencido hasta que el
Gran bosque de Birnam suba al alto collado de Dunsinane
-Así, mientras que el bosque Gran Birnam permanezca tranquilo y no suba las colinas de Dunsinane, nunca estarás en peligro (espero que las viejas brujas no sean tan arteras como lo fueron con Macbeth), dijo Elfo con una sonrisa, -pero con las señoritas elfos, debes tener cuidado, les gusta mostrar su poder y, a veces, dejan un humano cantando en un idioma extraño para un largo tiempo, si no para siempre.
Así que aquí estoy, en un día que comenzó a la madrugada, pero no sé cómo va a terminar, todavía escuchando a Elfo recitarnos Macbeth y rodeado por un ronroneo que ningún gato será capaz de reproducir jamás. |