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No había que parar, parar suponía arrojar la toalla, sucumbir- bonita palabra- a la vida. Entonces el silencio se convertía en nuestro más fiel aliado. el tiempo se disfrazaba de sereno, con su farol, con su voz grave anunciándonos la hora y el estado del cielo. era fácil soñar entonces con la niña entre nosotros, con sus piececitos y su rostro sonrosado. era fácil soñar con el legado que le dejaríamos: con los bordados primorosos que su madre realizaba pacienzudamente; con la colección de barquitos hechos a mano que ocupaban mis horas de asueto. era tan fácil soñar con que el futuro se mostraría generoso, con que ningún mal le podría suceder. Era tan fácil hacerla reír con aquellas burdas imitaciones del hombre del saco, "que se llevaba a los niños buenos, alejándolos para siempre de sus papás". Era tan fácil, que sólo lágrimas afloran en los ojos de Estudita, la mamá. y, sin embargo o con todo el embargo del mundo- siempre incomprensible expresión- se hace tan difícil soportar el vacío que su muerte nos dejó. Y ahora que ya no hay sereno y que todo es tan desapacible recuerdo sus piecitos rosados que movía acompasadamente con el resto de su cuerpo diminuto y que acompañaba con la eterna sonrisa prendida en la alcoba abandonada tras su olvido. Los pulmones como fuelles no resistían ni un gramo más de impaciencia. Nada podía colmar la ansiedad de las horas esperando el resultado de la intervención. luego el doctor con la expresión del miedo asomándole de dentro, con el rostro horrorizado- era probablemente la primera vez. Si la hubiese cogido el Dr. Duarte, quizá...( trató en vano de consolar la, seguramente también novata, enfermera). La miré. Nos miramos y el odio, no lo pude evitar, afloró.
luego hubo otros, varones, que se criaron como robles y que alguna vez desee lejos de lo atorrantes. Laura en cambio sólo reía y reía y su rostro nos enamoraba ensimismándonos a Estudita y a mí. Y sólo placer...sólo. Ya de viejos se encontró remedio al mal y cuando lo dieron en el noticioso, nos miramos. La espina seguía, pude ver, clavada en algún recóndito lugar del corazón de Estudita, la madre, que como si fuera una adolescente- la vi así- sonrió y el recuerdo de la niña se reflejaba en los ojos. Como obedeciendo a un extraño resorte del inconsciente, extrajo los bordados y se recreaba en ellos cantando nanas que yo nunca le había oído cantar y entonces- ya viejos- me daba por satisfecho de la vida que había elegido junto a aquella mujer que había sido capaz de mantener puro un sentimiento del que jamás se habló en presencia de nadie y que conservaba limpio en su corazón junto a la espina que había llevado clavada desde entonces. Y, por eso, merecía la pena seguir incansable, con los pequeños pleitos cotidianos, con esos sinsabores que da el tráfago incesante de los años.
25-5-1997.

Texto agregado el 20-02-2014, y leído por 198 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-02-2014 ..nuestra Laura...***** Solo_Agua
20-02-2014 No se si es una historia autobiográfica, no importa, lo que puedo decir es que me identifico completamente con ese dolor horrible que nadie que no lo haya sufrido puede entender, no se compara con nada. Y el alivio de saber que ya es posible evitar que le suceda a otros... Un abrazo y muy buen escrto! adelsur
 
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