Hay algo incompatible
entre mi desapego delirante y su cuarta desconfianza;
que nos roba la esperanza,
pero deja algo,
así brillante,
irreductible.

Algo guarda su ternura
en los labios
y su comisura;
que me arranca los resabios
y silencia mi locura
y a mi muerte ahoga.

Es una suerte de imprudencia,
de insensata voluntad,
que ante la potestad de ser uno mismo,
de no ser inocente,
uno se tira al amor,
se lanza al fondo del abismo.

Y nos dicta la conciencia,
permanecer honestos, quedarnos inmortales;
eternos y esenciales,
implicados siempre;
enganchados,
a su espalda.

Hay algo incompatible
que nos une;
es su fragilidad inaccesible,
son mis crímenes impunes;
los milagros cotidianos.
Nuestros cuerpos se consumen,
y se toman de la mano;
cristianos, indestructibles.