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Capítulo 3. Casio



Si hay algo de cierto en las maquinaciones de Cornelio sobre su nuevo y peculiar vecino es que, en verdad, no se trata de ningún albañil. Tampoco es rico, y aunque su apariencia descuidada le carga de años, apenas tiene veintidós años a sus espaldas. Las preguntas sin respuestas que Cornelio se hace sobre los extraños hábitos de Lito mientras le espía responden a lo que él cree el comportamiento errático de un demente. Sin embargo, eso que al viejo tendero le parece fruto de la locura, en realidad se trata de la intensa y desesperada búsqueda de una de esas cosas que quedaron olvidadas en la casona y el barrio de su querida abuela Melania, junto con los cuentos, los juegos y el pan con chocolate. Y es que, ese hombre totalmente hecho y derecho, busca a su amigo de la infancia; su único amigo verdadero, aparte de su abuela.

Lito fue a parar a ese barrio apartado buscando reencontrarse con su pasado. Aquel lugar le había visto crecer durante sus primeros años, aunque ahora ningún vecino de los más antiguos le recuerda ni le reconoce con su forzoso traje de adulto. También había sido allí donde nació su abuela paterna, Melania, en el tiempo en que el suburbio no era más que un pueblo pequeñito a una hora de tren de la ciudad. La familia de Lito estuvo muy unida, y él sentía un apego especial por su abuela. La mujer había tenido varios hijos y una decena de nietos, de los cuales Lito era el menor (y claramente el favorito). El pequeño había perdido a su madre cuando tenía tres años y, desde entonces, su abuela ocupó en buena parte ese vacío que había dejado. Por eso, acostumbraba a pasar las tardes en su compañía, y ella le procuraba cuentos fascinantes, un brasero en el que calentar los pies en invierno y onzas de chocolate con pan para merendar. Inventaban historias y jugaban juntos. Más que su abuela, era su cómplice. Incluso le ayudó a encontrar a quien se convertiría en su mejor amigo, Casio. Era como él en casi todo, podrían haber pasado por hermanos gemelos. Sus mismos ojos, su mismo pelo, sus mismos gestos. Lo único que les diferenciaba a ambos era que su compañero tenía unas manos extrañas, de dedos muy finos y puntas muy abultadas, redondeadas y rojísimas, que actuaban como ventosas y le permitían trepar a los árboles y por las paredes sin dificultad. Esa anomalía le hacía difícil encontrar amigos; pero a Lito no le importaban los defectos de Casio, y lo comprendía perfectamente, porque a él tampoco le resultaba fácil hacer amigos.

Sentado en la acera, con los dedos temblorosos sobre la grieta del asfalto, parece desbordado por sentimientos enfrentados y difíciles de asimilar. La ansiedad y el nervio de encontrarse ante algo que parecía un hallazgo importante para él, le vuelve torpe. Coge la caja de música, encaja la manivela como puede, y comienza a girarla, haciendo traquetear el mecanismo a ritmo inconstante. Luego abre la caja y deja sonar su nana, sujetándola con una mano y apoyándola en su rodilla, manteniendo la vista fija en el suelo. Ese tiene que ser el lugar, está seguro de que ahí había visto por última vez a Casio cuando tenía nueve años. Lo recuerda perfectamente. Evoca con pesar cómo esa vitalidad que poseía su abuela a sus setenta y tantos años se vio mermada cuando enviudó. Sufrió un envejecimiento repentino. En cuestión de meses pasó del duelo y la tristeza al mutismo, el confinamiento autoimpuesto y la dejadez, desembocando en una demencia prematura. Entre sus hijos decidieron internarla en una residencia que pudiera atender sus nuevas necesidades. Y un triste día después, acordaron vender la casa. Él se la había pasado jugando en el patio con Casio mientras los adultos discutían dentro, y no se enteró de lo que ocurría hasta que abandonaron el lugar. Lo fue desgranando de las conversaciones que escuchaba de boca de los mayores, y sintió tal angustia, que preguntó tímidamente a su padre mientras caminaban juntos en dirección al coche.

-¿No podremos volver a casa de la abuela?-

-No, Lito.

...

-Pero, papá…

-Ahora no, Lito.



Texto agregado el 18-02-2014, y leído por 122 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-04-2014 Calida narrativa...¿y la historia? Imagino más adelante se entrelazan los capítulo dandoles coherencia. Cinco aullidos secuenciales yar
 
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