CALLEJÓN SIN SALIDA

Los habitantes del poblado se sentían atemorizados. Se había regado la voz acerca de un ser maligno que a partir de las nueve de la noche hacía su aparición. Por temor, nadie pasaba por el lugar a partir de esa hora de la noche.

El caso es, a partir de entonces ningún vivo que comiera con sal se atrevió transitar sólo por el lugar sin llevarse un gran chasco. Hay quienes decían al verlo, «Su apariencia es igualita a Satanás» «Sus ojos son dos lumbreras, con enormes cuernos, grandes orejas, un rabo largo… y afiladas pesuñas» «De lejos emanaba un olor nauseabundo que cortaba la respiración»

Benigno de León, hombre temerario, amigo de la parranda, que por nada en el mundo cejaba en la correría de los tragos detrás de una hermosa mujer que lo hiciera sentirse « ¡Un hombre de verdad!» como él siempre decía, privando de fanfarrón.

Fueron muchas las veces que en sus andanzas tuvo más de un altercado, saliendo airoso, porque solo era «Ruido, no peleaba ni con la gallina» Porque salía volando, poniendo «pies en polvorosa» dejando el lugar encendido.

Una noche de esa, después de armar tremendo reperpero, salió escurridizo por la puerta de atrás del «Bar La Cigua» Bajo tiros, cuchillos en mano, garrotazos y tiradas de piedras. Al entrar en la prolongación del callejón como un bólido, sin mirar para atrás, dando tumbo por el jumo que llevaba. De repente vio aquella cosa enorme que se le atravesó en el camino. Resoplaba como el Demonio y emitía un fuerte hedor que inundó todo el lugar. Sus ojos como dos bombillas incandescentes parpadeaban intermitentemente quitándole la visión.

Benigno en su carrera dio un frenazo. Cejó, dando un gran paso hacia atrás, puso la reversa, emprendiendo la retaguardia como «jonda que lleva el Diablo»

En eso, escuchó muy cerca las voces de la gente que lo perseguía. Se detuvo orejón, lo pensó dos veces. El tropel de los zapatos se escuchaba muy cerca, le pisaban los talones. El hombre sólo tenía dos salidas, enfrentarse con sus persecutores o seguir el camino por donde le cortaba el paso el mismo «Demonio»

Sin basilar hizo la señal de la cruz, emprendiendo una loca carrera hacia el infierno donde había visto a Lucifer prendido en llamas. Lo vio venir a su encuentro moviendo dos grandes alas como si fuera una enorme águila tratando de alzar el vuelo, para atraparlo con sus grandes patas y llevárselo al infierno de donde había salido.

Como pudo, lo esquivó en el último momento, diciéndole al mismo tiempo « ¡Abres! ¡Quítate del medio Belcebú si no quieres venir conmigo adonde vive tu grandísima madre!»

JOSE NICANOR DE LA ROSA.