Aquel arte literario- insultante- no había de conducir a su propietario a buen sitio. Se trataba de una facilidad de las que sólo se aprecian bien después de muerto el autor- a menudo un incordio fuera de su actividad literaria.
El caos que contenía su obra sólo era observable enteramente con la perspectiva que da el que su creador no anduviera por ahí circulando.
Aquella especie de Mozart de las letras no entendía que nadie no admirara aquellos escritos, no ya valorarlos literariamente.
Se ve que una especie de inmodestia echaba para atrás- del autor- a cuantos caía delante una hoja escrita del arrogante. Pero el caso es que tampoco andaba el hombre en floripondios. Como caía mal el tipo, tal animadversión se extendía a todo cuanto tenía relación con él. De ahí que fuera proyectándose el prejuicio principalmente a su obra y de ahí no sacabas al lector.
Sin embardo, con todo, fue un hombre afortunado. Guardaba cama en lecho prácticamente mortuorio cuando le vino un artículo que hacía referencia a su persona.
Desplegó el periódico local y allí estaba.
"Jacinto Morales- escritor de la villa- ha muerto".
Se puede decir que no fue más feliz en la vida.