...El silencio en mi mente me despertó.
¿Estoy dormido todavía?, me pregunté, luego vi la luz del día filtrándose por las ventana y escuché los acostumbrados sonidos de la casa, pero...
... en mi mente: SILENCIO. Una quietud aterradora, ni siquiera una sola nota de «Vesti la giubba» o «E lucevan le stelle» en la tembleque voz de Elfo.
Luego de tanto tiempo con él viviendo allí adentro me acostumbré a toda la conmoción que produce este incontrolable bribón y la inesperada calma me turbaba profundamente.
Comencé a recorrer mi mente mirando debajo de algunas nociones desparramadas por el suelo, en los archivos y carpetas con creciente alarma, llegué a perturbar algunas ideas, arregladas alfabéticamente y con una pequeña etiqueta que rezaba:«psueam» (para ser usadas en algún momento), resultado del trabajo de Elfo, de su concepto del orden y del tiempo, ¿quién lo entiende?, pero ni señas de él.
Junté todas mis fuerzas y grite silenciosamente con mi voz mental:
¡EEEEELFO!
Estaba frenético y desesperado. El ruido que hacía yo mismo casi me hace perder el pequeño sonido que me llegaba desde muy lejos:
¡veeeeeennngooooo!.
¿Qué era eso? ¿vengo? pero ¿de donde viene? Mi mente está cercada por sólidas paredes, como todas las otras mentes en el mundo, no puede ser que Elfo estuviera viniendo, debiera estar «adentro»... y yo estaba razonablemente seguro que no estaba adentro de mi mente, creo.
Tengo que reconocer que es una mente algo desordenada (producto de la acción de Elfo, no mía) pero yo ya había patrullado todos los lugares posibles de pared a pared varias veces y no pude ubicar al desgraciado duende. Y pensándolo bien, ¿cómo ingresó a mi mente? ¿Ya venía puesto? Está allí desde que tengo memoria. Siempre asumí que había nacido allí junto conmigo. Me encontraba totalmente confundido.
Unos segundos después, la pequeña voz, esta vez un poco más fuerte:
¡veenNNGO!
Desde un oscuro receso de la pared más lejana aparece la pequeña figura de mi Némesis.
–Tú –tartamudeé, -tú, ¡pedazo de una pequeña bestia deslucida y contrahecha!
A veces suelo ser muy creativo en mis insultos.
–¿Donde te escondías? ¿Cómo te puedes esconder dentro de mi mente? ¡Revisé toda el condenado lugar de arriba abajo y te movías tan rápido que no pude encontrarte!
–Tranquilo, incoherente, –me dijo, -si sigues así te va a dar un ataque.
–Quiero hacer un nudo marinero con tu esmirriado cuello.
–Vamos, hombre, –contraatacó, -¿qué te hace pensar que soy de tu propiedad? ¡Puedo hacer lo que quiera y no le tiene que importar a ningún nadie! –sonaba muy enojado y cuando se enoja se olvida de la gramática, si es que alguna vez aprendió alguna.
Tuve que reconocer que tenía razón, mi enojo provenía del temor que me daba la certeza de que me había abandonado. ¿Pueden creer eso? Me agrada el pequeño engendro y no concibo la vida sin él.
–Bueno, bueno, –le contesté dejando escapar vapor. -Pero ¿dónde te habías escondido?
–No estaba escondido...
–¿Cómo puede ser?
–No debería decirte esto pero la verdad es que el que no puede abandonar su mente eres tú. Yo puedo salir e ir a visitar a mis primos que viven en otras mentes o salir al Universo y compartir mi tiempo con otra... bueno, digamos, gente.
–¡Me estás tomando el pelo!
–¡¡No, no es así!!
Se dio vuelta y asiendo la idea más grande que encontró a mano envolvió su pequeña figura dejándome solo y totalmente confundido.
Dijo que estuvo «afuera».
¡¡¿Afuera?!! ¿¡Es esto posible...!? |