Entre Sueños
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Fue un cuchillazo en el estómago el que me despertó esta mañana. Me perseguían para matarme y en el preciso instante en que siento el filo de la navaja por entre mis entrañas, salto de la cama y escapo a la realidad.
La escena que más se repite sucede en una trinchera, me asomó a divisar al enemigo y pum. A levantarse.
Las mordeduras de perros no se quedan atrás, siempre canes de robusto porte que asestan sus dentadas en mis muslos.
La semana pasada, a raíz de mis espasmódicos saltos en la cama recibí un sacudón salvador de mi esposa en el fin del un calvario onírico que continúo con la modorra:
-Cállate, no ves que maté a Flanders. Respondí alarmado
Había asesinado al mismísimo Ned, el vecino de los Simpsons, enredado entre mis sábanas.
Los días en que tengo que viajar, me despierta la voz del aeropuerto que indica que el vuelo ha despegado.
Las grandes sorpresas se me presentan luego de opíparas cenas, con sucesión de escenas borrosas y indescifrables que me despiertan del infierno.
Paso muchas noches buscando baños que nunca aparecen.
Los domingos, generalmente despierto cayendo en un abismo interminable.
En vacaciones, el panorama es más placentero, con esbeltas señoritas que me acosan, hasta que la aparición en la escena de mi esposa me devuelve la vigilia.
Es por eso que no uso despertador.
No reniego del reloj biológico, lo que detesto son la formas.

OTREBLA