Ya se había hecho una costumbre. Aquella bella muchacha siempre se hacía tarde para el trabajo. Él a propósito hacía lenta la marcha del bus que manejaba cuando llegaba a ese sector de la ciudad y le daba un poco de chance para que ella pudiera tomar el bus de las 7 de la mañana. La venía venir corriendo hacia el paradero y contemplaba embelesado el movimiento de sus senos bajo la blusa y luego cuando subía toda agitada podía admirar el cuerpo perfecto que poseía.
Esa rutina se mantuvo durante muchos meses, para él, un hombre de casi 50 años, solterón y con muy pocas cosas que le alegraran la vida. Esos instantes eran una bendición. De alguna manera se imaginaba que era la pareja que nunca tuvo. Hacia malabar y medio para retrasar la marcha de su vehículo y que ella siempre pudiera alcanzarlo.
No fue hasta la novena semana que él se atrevió a hablarle, para su sorpresa ella se mostró muy amable y receptiva. Y así poco a poco se fueron haciendo amigos. Y luego se atrevió a invitarla a salir. La verdad que se hacía muy pocas ilusiones, estaba seguro que lo iba a rechazar. Él no era precisamente un adonis. Era de baja estatura, un poco gordo y con una incipiente calvicie. En fin-se dijo a sí mismo- si no lo intento, voy a reventar. Hasta que lo hizo y Oh sorpresa, ella acepto de buena gana. Y así fueron saliendo durante semanas. Primero a tomar un café, a comer juntos, al cine. Él era sumamente tímido y además nunca había salido con una muchacha tan bella. Pero ella pareció darse cuenta y siempre se mostró receptiva. No fue hasta la octava salida, cuando ella le confeso que era madre soltera y que el modesto salario como secretaria de una notaría le alcanzaba apenas para mantenerse ella y su pequeño hijo. Bueno a decir verdad, él tampoco ganaba un gran sueldo, pero tantos años trabajando y una vida casi monacal y aparte algunas “trampitas” que cometía entre él y el controlador del vehículo le había permitido ahorrar una pequeña fortuna. Casi 40 mil dólares. Armado de valor, él le dijo que no se preocupara de nada, que se encargaría de todo de ahora en adelante. Pero que lo que más deseaba es que vivieran juntos. Ella acepto de muy buen grado. Es más, le dijo que podían irse a vivir al norte del país, allí tenía una pequeña propiedad que sus padres le había dejado. Allá abrirían una bodega y podrían vivir felices. Nuestro amigo se entusiasmó y fueron haciendo planes. A pesar que ella le daba muestras de querer estar con él, nuestro personaje era chapado a la antigua. Prefería casarse primero y luego vendría lo demás.
Así que lo decidieron, renuncio a su trabajo e hizo todos los arreglos necesarios. Dejo su apartamento y se despidió de sus amigos. Parecía un adolescente. Se marcharía la próxima semana. Le entregó unos 5 mil dólares para que arreglara sus cuentas y pagara los gastos médicos de su madre –pues, según le dijo, estaba internada en un hospital de la ciudad-. Entusiasmado compro los boletos de viaje para ella, su hijo y él. Viajarían en primera clase. Así que llego temprano al paradero, el bus saldría a las 11 de la mañana. Y la espero, pasaron las horas, las 11, 12, 1 y espero hasta las 3 de la tarde. Ella jamás apareció. Se dio cuenta, con infinita tristeza que tanta belleza no podía ser cierta. Que cojudo que soy –pensó- mientras arrojaba al aire los boletos de viaje hechos pedacitos y se marchó del lugar.
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