Un cardumen de pirañas hambrientas puede practicarle la liposucción a un hipopótamo en mitad de una ebullición alquímica gracias a sus hocicos repletos de dientes como navajas bien incrustadas en las mandíbulas prognatas.
Las pirañas son peces omnívoros de Sudamérica. Habitan en la enorme selva tropical del Amazonas y en el Orinoco, terruño del apestoso monstruo rojo mapinguarí, de boca aberrante incrustada en la panza. Miden entre 15 y 30 centímetros. Están aplanadas y disponen de aletas caudales y anales prominentes, así como de terroríficos dientes capaces de mellar el sextante de un pirata.
En guaraní la palabra “Piraña” puede significar “Pez con dientes” o “Pez del demonio Añá”. Y hay para coleccionar: demonio, moteada, de oídos negros, tigre verde, emperador, parguasera, roja, piraya, boca de fuego. No obstante, la de más pedigrí es una plateada con la panza color salmón, llamada “la roja”. Proviene del Paraná de Argentina, del Amazonas y del Esequibo de Paraguay. Vive hasta 20 años, detesta la luz como los vampiros y en época de celo los machos cavan en la arena para que las hembras depositen entre 500 y mil huevos amarillos.
También están las falsas pirañas, o “Hércules”: negras, rojas y colossomas; que van desde 60 centímetros hasta un metro, y ostentan ojos saltados por haber atestiguado horrores abisales.
La imagen de las pirañas ha cortado el sueño de los justos y ha sugerido imágenes cósmicas, como cuando el crecimiento de galaxias núbiles hizo que Jason Eastman comparara a los agujeros negros tempranos con unas pirañas hambrientas en el observatorio de rayos X Chandra de la NASA.
A pesar de los embustes fílmicos, las pirañas sólo se juntan en clanes para defenderse de caimanes y delfines, pues prefieren alimentarse de pececillos y animales insípidos. Pero no se retacan hasta hincharse, pues de hacerlo se volverían lentas y vulnerables, aparte de atentar contra el pudor. En vez de eso embisten a peces temblorines, devorándoles las colas y aletas hasta dejarlos desvalidos. Después los mantienen a raya y los cuidan con celo para disponer de alimento fresco durante la hora del té.
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