El terror paralizó el corazón de muchas personas sensibles
cuando recién se filtró la noticia.
Habiéndose asegurado de su veracidad,
la ONU se reunió para tomar medidas a nivel planetario.
Se propusieron decenas de soluciones.
Todas evidenciaban incapacidad para frenar siquiera en parte
la catástrofe que se avecinaba.
Finalmente hubo de ceder el paso a la proposición
de la Organización Mundial para la Salud (OMS).

Se acudió a las grandes Farmacéuticas Internacionales
para solicitarles 12 mil millones de pastillas
de diazepán de 2 microgramos, para niños y adultos,
el triple de lo normal,
y 2 mil millones menos fuertes y en líquidos, para bebés.
Además, ingente cantidad de grageas
con cantidades normales,
para mitigar la espera del día diecisiete de Febrero,
“F17”, como dieron a llamar el día pronosticado.

Estas se aprovecharon como siempre de la situación
para encarecer el producto.
La OMS protestó pero terminó cediendo porque,
para el caso, daba lo mismo.

El plan comenzó a ponerse en ejecución
con dos años de anticipación al Día F17,
para que de ningún modo fallara.
Así, las pastillas pudieron llegar
hasta el último rincón del mundo
y todos la tuvieron a mano,
con las debidas instrucciones,
cuando faltaban meses para el plazo fatal.

Antes que la situación social se tornara un caos total
la OMS había tomado la precaución
de preparar psicológicamente a la humanidad
con planes meticulosamente estudiados.
Se recurrió también a las iglesias, movimientos religiosos
y hasta esotéricos, para que calmaran los ansiedades con la fe.
Bastante se pudo mitigar.
Todos debían estar preparados para el 17 de febrero,
a las 14 horas MG.

Ese día, todo el mundo
puso sus radios y televisores a todo volumen,
como recordatorio a los desmemoriados.
La mañana la dedicaron a emotivas despedidas,
con llantos y prolongados abrazos; otros,
con gran filosofía se unieron a los amigos para celebrar
“el fin del mundo”, como algunos decía,
con regios asados bien regados y buenos mostos.

A las 12 meridiano, siguiendo las instrucciones,
los adultos proporcionaron las grageas y líquidos a sus pequeños,
y procedieron igual con ellos mismos.

A las 13:59 nadie en todo el orbe se encontraba despierto y,
por lo mismo, nadie sintió el tremendo impacto del cuerpo sideral
de 10 mil kilómetros de diámetro que se precipitó
como bestia voraz sobre el planeta partiéndolo en dos.

Lo vimos en nuestros visores, los colonizadores de Marte.