Viste la oscuridad
rodeándome
como cúmulo de nubes
-agitados remolinos-
ahogándome.
Y creíste. Aun así
creíste. En una luz
diáfana
disfónica
apagada.
Y sin embargo. Sí.
Viste una luz
pequeñita
titilante.
Y la cuidaste. Lo vi.
En la oscuridad. Te vi
cuidando el tibio resplandor
titubeante
intermitente.
Decidida
como quien cuida
la llama sagrada
de un fuego delicado
y ancestral. Te vi
-ahí-
iluminando
el centro
mismo
de la tormenta.
-Irradiando claridad
en cada abrazo-.
Y lo agradezco profundamente.
Texto agregado el 14-02-2014, y leído por 100
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