LA PERCEPCION VISUAL HUMANA COMO FENOMENO SEMIOLOGICO
Postulaba Foucault una dicotomía como oposición entre lo que era una escenificación teatral anterior respecto al ritual religioso que reunía como masa uniforme a los feligreses como un solo espectador colectivo ante escenas y imágenes sacras como piedra angular finalmente de una estructura social-antropológica, en un contraste teórico con lo que era para él el mecanismo base del orden antropológico-mental después de la Ilustración, que se sirve de un claro aislamiento individual impuesto por el ojo avizor y vigilante central-que uno no sabe nunca fehacientemente si esta siendo vigilado o no-y que acaba siendo algo así como un juez interno de cada uno de la moral estándar y consabida, arrancada, en realidad, desde dentro del sujeto individual y respecto a un punto real y simbólico de autoridad, siempre vigilante aparentemente, igual, de hecho, que la táctica subyacente y psicológica de una cámara de seguridad actualmente en cualquier tienda, banco o oficina de correos.

Y una relación ciertamente ruin se establece entre una faceta del poder estatal-administrativo que explota muy agudamente la misma inseguridad del individuo en su incertidumbre intensa y momentánea a causa de la duda-de su percepción forzada y necesariamente incompleta-respecto a si esta o no en realidad en una situación íntima o más bien sobre el escenario el-o ella-mismo y en riesgo, por tanto, de incurrir lo más brutal de las suertes que se reserva para todo individuo que es el oprobio social y general vertido sobre uno.

Y no hay mayor miedo y tormento dentro del psique humano del individuo que ser posiblemente abandonado por la manada-por el mismo grupo humano sin lo cual la propia identidad del individuo, al menos transitoriamente, se desvanece en la más absoluta oscuridad.

Este miedo-pánico vital-es de hecho el armazón central de la individualidad en sí que deja al ser humano en su psicología dentro de una tensión permanente y vital, durante la mayor parte de su vida natural, pero sobre todo en la primera mitad de su desarrollo psico-emocional respecto al medio social que habita y que es, paradójicamente, la clave, en una especie de oposición as su vez, de su misma singularidad personal e individual.

Tan crucial es este tema que no podía haberse activado, así de repente, ya para principios del siglo 17 que es cuando fijamos el comienzo de esto del Siècle des lumières que en su concepción más amplia son en realidad dos siglos y que incluye-naturalmente-el 16 como necesario antecedente imprescindible-junto con el mismísimo Renacimiento europeo, de hecho.

¿Cómo es, entonces, que el concepto panópticon* haya de entenderse como producto particular y exclusivamente del inicio de una evolución social asimismo antecedente en sí de la Revolución industrial y la edad Moderna y totalmente aun contemporánea?

Simplemente no puede ser así dado la profundidad psicológica e innata del ser humano a través, asimismo, de la percepción también humana base de la que se sirve como mecanismo o fenómeno.

Está en realidad en la imagen en sí captada por el ojo humano respecto, por ejemplo, de cualquier pintura cavernaria de la zona de Montoro, entre las provincias actuales españolas de Córdoba y Ciudad Real-o las de alguna superficie rocosa y parcialmente protegida del sol de Zimbabue, entre otras muchas, supongo.

Y como acto necesariamente individual-para nosotros hoy y a lo largo de los milenios y según la contemplación de sucesivas generaciones humanas a través del tiempo-me aísla como ser mamífero-pero cognoscente-primeramente y ante todo en mi propia corporeidad-y no en la de nadie más.

Y estoy solo, desde luego, en mi conciencia de cómo se establecen y bailen-en ese momento y después en mi memoria óptica-las imágenes que simplemente he visto.

El que otros vean algo parecido no me exonera, sin embargo, del trance experimental único y exclusivamente mío al contemplar las figuras de animales-pero sobre todo de forma muy poderosa en mí-las humanas.

Porque sí y según entiendo son figuras de animales de lo que más frecuentemente se habla respecto a las pinturas prehistóricas; pero mi experiencia personal es que siempre-siempre-incluyen alguna forma necesariamente humana-imperiosamente pues es obvio su centralidad para el pintor y según su visón de la realidad-y son estas figuras sobre las que inevitablemente concentramos lo grueso de nuestra atención aun hoy en día en nuestra contemplación donde quiera que se encuentran estas obras primitivas y milenarias.

De tal forma que me encuentro, ahí en el acto de mirar, en una especie de complicidad con la mano y mente humana que hace tanto volcó una voluntad humana e individual de reflejar e imponer-al menos eso-un impulso como comprensión como visión de lo único-claramente-que tiene verdadera importancia que es el hombre.

Pues lo animales no te pueden decir nunca nada-aunque son bonitos, de ser temidos a veces, y quizás necesarios.

Pero no son-no son como somos nosotros, y no comunican nada-o muy poco.

Y mi soledad, por eso, es aumentado al final.

Y es simplemente por eso que busqué-y necesariamente encontré-milenios después a Yahvé, primeramente como imagen sobre todo que-naturalmente-no puede representarse, tal es su ser y poder como enigma, necesaria y vital para mí;

Pero imagen-paradojica y lógicamente-deiforme como deforme como informe-y por tanto intensamente mental, dentro de mí-que me imbrica férreamente con el en mi individualidad, siendo lo único que nos separa-que me diferencie de él-mi inmundicia, esto es, mi naturaleza mortal e inevitablemente caduca, además de mis otras taras como ser biológico que todos sabemos…

Y esta diferencia entre él y yo es esencial pues me impulsa a ir hacia el, a andar con el y dentro de su abierta-declarada-amor por mí.

A igual que les ocurre a los otros seres vivos como yo-esto es, a los seres humanos que constituyen mi entorno inmediato y social, llamase familia, clan, tribu o nación;

Y ellos, a igual que yo, actúan bajo las mismas coordinadas semiológicas y vitales-esto es, subordinados por y formando parte de la misma estructura antropológica y social que yo-pues en su misma percepción individualizada y exclusivamente corporal lleven como imagen mental la misma no imagen que yo, imagen de aquello que se originara al principio como solo una presencia sobre el mar.**

Si bien es cierto que esta comprensión de, al final, uno-o una-mismo-como parte de una estructura claramente semiológica y social que parte por tanto del individuo en su visión-en su ken-respecto de realidad en sí, ha de ser transmitido y aprendido también socialmente, de padres a hijos, digamos, es asumido y acarreado necesariamente por el individuo desde dentro hacia a fuera al plano social, uniendo-a la vez que seperando-de lo más profundo del individuo con el grupo-con la manada-sobre la que vigila, de forma ardua y severa en su benevolencia y amor, Yahvé.

¿Qué es esto, estructuralmente, sino un modelo panópticon que, alrededor de un punto céntrico y nuclear de autoridad, afianza por separado e individualmente cada uno de nosotros como acto permanente y vital de orden y estabilidad social, como fenómeno mental, fundado simplemente y al final en una imagen que es no imagen?

Con una función idéntica de mantener al individuo en tensión respecto a su comportamiento personal, sobre todo con los demás dentro de una similar y muy necesaria benevolencia, empero ardua y severa, a la de que nos trata Yahvé mismo.

Y era esto precisamente la razón por la que tuve que buscar a Yahvé, después, dentro de historia humana, de la agricultura-la misma razón que me llevó finalmente a encontrarlo, que es ni mas ni menos mi necesidad de ti, socialmente, sin que te mal trate, mate o intente engullirte cuando aprieta-sobre todos nosotros y como colectivo, el hambre.

Por eso tenemos, por fin, los animales domesticados y la agricultura, el gran regalo nuestro por parte del Yahvé como padre, claramente-anuque fui yo en realidad y a través de los milenios de experiencia humana nómada y recolectora que desentrañé los secretos de las plantas, frutos y semillas.

Y el amor y la convivencia social-productos asismismo del conocimiento humano de la agricultura-y solo históricamente posibles con él y al andar con él, fueron la circunstancia como problema para la que solo Yahvé (o su equivalente) era la respuesta.

O sea, esto del tú y yo; y del te y el me como entes humanos e individuales, sujetos y objetos.

Que antes de la agricultura propiamente dicha, en grupos sociales simples, solucionar esto no era tan imperiosa fuera, esto es, de la familia o clan inmediato.

Pero una vez que dejamos de vivir colectivamente de la migración permanente, cuando tuvimos por fin más tiempo en que pensar y mirar-a los bienes del vecino como su asno o inclsuo su mujer e hijas-ya empezaron otra clase de problemas.

¿Me comprenden?

Se hizo imperiosa pues una forma de contención individual-piscofisiológica como gusto en decir yo-que acorazara el pilar central del existir colectivo como antecedente tanto de la moral más socialemente extendida a través del sentimiento individual de la culpa, como la base real y antroplógica de la ley, esto es el derecho sin el cual no hubiera sido posible el desarrollo humano colectivo posterior de Occidente-o al menos en la forma en que se dio, claro.

Den gracias a que diera yo finalmente con él, desde luego-con Yahvé o su equivalente quiero decir.

¡Y eso que no tiene ni imagen de sí mismo, coño!


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*Concepto del que se sirve Foucualt en Surveiller et Punir: Naissance de la prison(1975):
http://es.wikipedia.org/wiki/Vigilar_y_castigar

**Primera imagen y referencia a Dios, a modo de presentación casi cinematográfica del inicio del libro de Génesis y respecto a la creación del mundo:
http://www.youtube.com/watch?v=_w2WOHs9wG4
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