Los rayos de sol penetraron sobre la gélida habitación, se reflejaban fervientes en un pequeño objeto de color marrón. Cinco centímetros de altura y un adorno de color azul, aquel objeto inmóvil abandonado en la oscuridad. Ahí se encontraba la caja musical, un objeto inerte dispuesto para tocar una música dulce y terrorífica. Apenas podía abrir mis ojos, los entrecerraba luchando por poder reaccionar, en mis instantes de lucidez, observaba la caja musical, envuelto de una ahogante curiosidad la cual se hacía cada vez más y más grande. En precisos instantes sentía que podría dar mi vida por descubrir ese objeto cuyo contenido desataba unos incontrolables deseos de abrirle.
Con algo de esfuerzo logro abrir mis ojos, me encuentro insomne y mis manos se mueven de manera molesta e inconsciente; de pronto ¡Saz! ¡Saz! ¡Saz! estaba abierta. Abrí los ojos de par en par y alcé la mirada; observé detenidamente durante unos segundos, allí estaba una pequeña y frágil figura que salió de la caja musical. Mi corazón se estremeció al ver esa insignificante figura, sentí pena por ella al verla indefensa y delicada. No sé como es el amor, nunca lo he sentido pero podría jurar que en ese instante me había enamorado. Creciente de belleza comenzó a danzar al ritmo del suave canto de notas musicales, giraba y giraba al compás de esa música.
Lloraba, ella lloraba. Lagrimas de plástico caían de sus ojos, sus mejillas emblanquecidas debido al tiempo cruel que no planea detenerse. Era un espectáculo impresionante ver que la efigie de una bailarina de ballet siéntese tan profundo como para derramar sus lamentos. Me sentí encolerizado, tan enojado que de un solo golpe la arranqué de su caja musical lanzándola disparada al suelo sucio del hospital. Fue en ese instante cuando medité cuales podrían ser las razones del llanto de mi bailarina; creo que pude comprender su dolor. Me imaginé siendo ella, condenada a ser para siempre una figura que danza y danza, adornando los sueños de los niños, enclaustrada en una caja para toda la vida, sin ser más que una simple esclava de mi baile.
Arrepentido salté de la cama, sollozando la recogí del suelo y a pesar de que fui su libertador, me lancé a rescatarla y entre lagrimas la tomé entre mis dedos. La observé por horas, luego reflexioné pensando en las muchas veces me sentí abrumado por problemas, el ser egoísta que fui al imaginar que yo era el único ser en el mundo que podría estar mal, la mayoría del tiempo imaginando como podría ser mi muerte. Sin saber que éste mundo está lleno de bailarinas condenadas a ser la melodía que sus cajas de música les asignan. Durante toda la noche escuché el soplar del viento afuera de mi ventana, y pese a que me sentía triste dormí tranquilo sabiendo que la idea de un suicidio, ya no sería más un problema. Mi bailarina ha venido de visita repetidamente en mis sueños pero ésta vez para ella libertarme de la muerte.