Y así era todos los días, todas las noches, su horrible voz se escucha de forma tan clara dentro de mi habitación. Mi vecina, mi bella vecina, de cabellera larga y dorada, de ojos claros y piel totalmente demacrada; peleaba todos los días con sus hijas (hijas que jamás eh visto). Todas las noches gritaba de una forma tan horrible y desgarradora que parecía que todo mi cuarto viajara de inmediato a una plaza de mercado.
La mujer de cabellos dorado no conocía el respecto, a veces pienso que todo lo hacía de aposta, queriéndome molestar para sacarme de mis estribos, y lo peor era que día tras día lo lograba. Quería, matarla, doblegarla a mí, escuchar sus gritos, sí, pero pidiendo piedad, la piedad que implore cada noche en mi cama intentando conciliar el sueño que se me escapaba con cada regaño que ella le hacía a "sus niñas"
La falta de sueño te convierte en una persona irracional, paz por favor, era todo lo que pedía, pero ir a pelear y perder el tiempo con aquella vecina era solo involucrarme en sus sucios juegos, donde el victimario iba a ser yo.
Y sí así, van a hacer las cosas, que así sean, hoy nuevamente me despierto por un grito: ‘yo soy su mamá, tienen que respetarme, pero ustedes no sirven para nada y yo siempre luchando y pelando por ustedes, y así es como me pagan’
La victima perfecta.
Me levante más por inercia, y está misma me llevo a la cocina de mi apartamento, cuando caí en cuenta estaba parado justo al frente de su puerta, escuchando cada uno de sus dramas. Pobre mujer, que hijos tan malos los que tiene, le ayudare; y así dispuesto a todo golpeé una y otra vez en la puerta hasta que ésta abrió, una mujer con aspecto de bruja, espalda encorvada, silueta fantasmal y cabello alborotado me observaba desde la penumbra de su morada.
—Por favor puede bajar la voz —dije sin saber por qué.
La mujer solo me miro, de arriba abajo, y su rostro se descompuso cuando observo que en mi mano derecha un filoso y sutil cuchillo. Nuevamente me miro, esta vez con miedo e intento cerrar la puerta, pero yo era más fuerte.
Mi brazo se interpuso entre el cierre y de un empujón entre a su apartamento, logrando que ella cayera de un fuerte golpe al suelo.
—¿Podría bajar la voz? —dije nuevamente mientras el delicado filo del cuchillo penetraba con suavidad en su vientre
La mujer de cabellos dorado se retorció de dolor y una lagrima rodó por su mejilla
—Por favor, piedad —suplico la mujer
—¿Piedad? ¿Piedad? ¿Acaso usted sabe que es la piedad? —Murmure— Eh suplicado noche tras noche por piedad, por un poco de consideración y no ha pasado nada. Ahora, por favor ¿Puede bajar la voz?
Y fue todo lo que se escuchó en esa habitación después de un desgarrador grito incontenible de dolor y luego, un silencio total.
—Gracias, ahora si podre descansar. |