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El aroma rancio y cansino de su rítmico latir acabaría por volverme loco. A estas alturas puede que ya haya adquirido vida incluso. No. Es absurdo. Y sin embargo...
Alguien debería hacerlo. De día se viste de claxon de coche impaciente en pleno atasco; de tumulto burbujeante. Mimética. De noche, en cambio, huele como una visita inesperada. Llama a la puerta. Tímida. Golpea secamente; del mismo modo que golpea el alcohol al rebotar en el estómago y acariciar las ideas. Golpea. Una, otra vez... No la abro, pero a ella no le importa. El preciso martilleo sincrónico es una sonrisa turbia desde el umbral de una puerta entreabierta.
“Maldita sea; ya esta ahí de nuevo”; pensaba al apagar la luz cada noche. Ahora la enciendo (la luz). Quizás en el filamento de la fría bombilla encuentre la hoja de reclamaciones que me devuelva las otras noches. Noches robadas. Oscuridad callada, rota. Cansancio que derrotaba.
Perdemos más de media vida soñando con las cosas que nunca nos atreveremos a hacer en la otra mitad.
Definitivamente... dar cabezazos a la lana de las ovejas de azúcar es una pérdida de tiempo. La trampa de miel o de hiel se prolonga, en realidad. Más allá incluso del grito de guerra. Más allá de las giratorias astillas; romas de tanto usarse a lo largo de si mismas. Se autofagocitan. Muchos se echaron a soñar que iban por tabaco y ya no despertaron ni volvieron a ser vistos. Así es siempre. Hasta que llaman a la puerta; y no es nadie. Entonces todo cambia.
“Ponte cómoda, como si estuvieras en tu casa”, pienso. En realidad, esta casa es más suya que mía. Y ahí está, oliendo a impulsos húmedos, como una gran flatulencia contenida y pagada a plazos (por disimular); como un vulgar pedo hueco que reverbera entre la geometría del habitáculo.
Ya no hay muebles. Quise dejarla desnuda poco después de que llegara. Mucho mejor así. Su aroma reflejado lo mismo que El Agua se clona en un charco de luna calmado. Llega más veces a mi, casi puedo sentir las ondas acariciándome la piel con suavidad de amante virginal.
Nunca me había fijado. En realidad asciende hasta el techo. Ahora comprendo. Despega. De un poro de la escayola aterrizando en el techo de madera. Pero no cae. Todos esos jodidos neo-deterministas estaban equivocados. Emerge eyectada. Erectada. Eyaculada. Ahora lo comprendo todo. Es triste. Seguirá perdida después que yo me vaya. Ya no tengo tiempo para atraparla. Todo ha terminado.
Voy a abrir...
Pero en lugar de acallarse, un nuevo latir rítmico se incorpora. Suena espeso. Textura densa y encarnada. Lágrimas de rosa que confunden el rocío. Las espinas rondan el amanecer mientras se engullen. Suena entonces el impertinente petardeo de una moto desgarrando la rosa...
...por suerte ya se va. Disuelta en el algodón submarino.
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Texto agregado el 23-08-2004, y leído por 184
visitantes. (0 votos)
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Lectores Opinan |
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10-09-2004 |
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Erectada. Dios mío! DIOS! Ahh1!!1
Globalmente es un texto correcto Jules_Lebeau |
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24-08-2004 |
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Lo leí dos veces. La segunda no lo entendí... orlandoteran |
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