Definitivamente era un hombre importante, de sus decisiones dependía el destino de miles de personas. Era el Ministro de Agricultura de un país sudamericano. Antes de ocupar el cargo había sido un exitosísimo hombre de negocios. Su negocio de granos y menestras abastecía a más de mil mercados de su país. Compraba en el país y en el extranjero más de 40 variedades de granos y menestras para el consumo humano. Habas, frejoles, garbanzos, lentejas, pallares, arvejas, soya, maíz, etc., etc. La lista era enorme. Compraba cosechas enteras de diferentes regiones del país y gracias al apalancamiento bancario y su habilidad era el rey de los granos y menestras. Al final el terminaba imponiendo los precios en el mercado. Compraba las menestras por tráileres enteros de 20 mil kilos y luego cuando algún competidor se atrevía a vender a un menor precio simplemente lo arruinaba, vendía a un precio mucho más bajo, no importaba que perdiera pero al final sacaba de la competencia a cualquiera que se atreviera a desafiarlo. Ganaba dinero a raudales. El abastecer diariamente a más de mil mercados del país le generaba volúmenes inmensos de ganancia. Gracias a esa habilidad y a sus contactos, el nuevo gobierno decidió otorgarle una cartera ministerial clave: El Ministerio de Agricultura, el mismo que por definición debía conducir la política nacional agraria, generando bienes y servicios de excelencia a los sectores productivos agrarios, con especial énfasis a favor de la familia campesina y el pequeño productor. Claro, eso sonaba muy bonito. Pero eso era letra muerta para él. Por ejemplo, no le tembló la mano al favorecer un lobby de grandes inversionistas, decidió autorizar la importación de enormes cantidades de arroz y azúcar de un país asiático, a bajo precio y peor calidad y así arruinar a una enorme cantidad de productores nacionales de esos productos y embolsarse ingentes ganancias producto de ese negociado. Y así transcurría su gestión, con negociados, contratos fraudulentos, desvío de recursos, licitaciones amañadas, distorsión de gastos y cuentas. Imagine usted un fraude y este Ministro lo había hecho. De pronto se produjo un desabastecimiento de carne en el mercado local, uno de sus “asesores” le mencionó un negocio fabuloso, había un gran lote de carne a bajísimo precio de un país vecino (se sospechaba que ya se había vencido su tiempo de caducidad), aunque su “asesor” le juraba que era por unos pocos días. Y así una vez más se cerró el negocio y de nuevo este personaje obtuvo una enorme ganancia.
Unos días después recibió una invitación de parte de su padre que vivía en el norte del país por motivo de su cumpleaños. El viejo cumplía nada menos que 80 años. Iba a organizar un banquete a todo dar y por supuesto no faltaría los platos típicos como carne asada, lechón al horno y otras delicias. A última hora nuestro Ministro no pudo ir por que el Presidente convocó a una reunión urgente. Fue una Consejo de Ministros que llegó a durar más de 12 horas. Se discutía un delicado asunto sobre una posible devaluación y se analizaba todo lo que ello implicaría. Y precisamente en medio de esa reunión le llego la noticia: su padre y casi una docena más de familiares estaban gravemente intoxicados y se encontraban internados en el hospital local. A los pocos días su padre falleció. El diagnóstico: intoxicación por consumo de alimentos en mal estado.