A veces al escribir, te das cuenta que hay cosas que no puedes resumir, en tan pocas letras, o que muchas letras son demasiado para una sola cosa que invade nuestro corazón. Pero también ambas pueden estar equivocadas. Lo pienso mientras voy tomando el último sorbo, de un ponche organizado improvisadamente, en una tarde de familia, como tantas otras que han surgido estos días, de esas que tanto extrañaba. Y a medida que las copas aumentan, el sueño te invade, y antes de dormir por el efecto, aprovecho mi noche, para seguir pensando, en las infinitas posibilidades de la vida, en la solución al hambre, a mi problema de las uñas, en un viejo amor de mi adolescencia. De tanto pensar ya se me hizo de día...