Tras un confuso incidente, el demandante y la demandada ofrecieron dar sus testimonios públicos.
-Bueno, señores presentes -dijo el demandante Amaro con una voz serena- no vine a contarles nada que no pueda probar. Mi señora es una asesina. Hace unos días -suspiró- hace unos días la acusada me intentó asesinar. Eran altas horas de la noche y ella llegó de una reunión con amigas que había tenido. La recibí algo enojado, lo admito, pero se justificaba si eran las cuatro de la mañana y ella no llegaba. No era la primera vez que llegaba a esas horas y no recuerdo qué tenía en la cabeza en el momento que pensaba que yo me lo tomaría bien. La reté bien retada y ella me alzó la voz gruñendo que era un machista de mierda y que no podía ser feliz al lado mío. Bueno… ¿Qué más puedo decir aparte de que me sentí dolido? Desesperado, le alcé la voz también, recordándole que no era la primera vez que llegaba a esta hora y recalcándole mi permisividad hacia ella. Ella me gritó que nunca siempre hago esos shows cuando sale… aunque es súper normal que no la deje limpia tras llegar en la madrugada con unas copas demás en el cuerpo. En verdad, ¿Quién no se enoja con el hecho de que su pareja llegue ebria diciendo cada barbaridad sobre uno? Nadie. No se puede mantener la compostura en esas circunstancias, no… simplemente es normal que yo le haya gritado. Perdón si me perdí un poco de la historia, es que… bueno, volviendo al tema, ella me insultó, pero con mala intención, donde más me dolía: mi padre. Me dijo cosas horribles sobre su huida de casa en mi infancia y yo la llamé "puta de mierda". Ella estaba más furiosa que nunca y, tras eso, sacó un cuchillo. Sin sentir miedo, la desafié a que me apuñalara… se me acercó simulando vacilación, pero su pulso fue impecable a la hora de enterrarme su cuchillo en el estómago. La repelí de un puñetazo con todas mis fuerzas en la cara y se dio un gran golpe en la nuca. Terminó inconsciente y yo dejé el puñal en el sitio de la herida sin siquiera pensar en tocarlo para no borrar las huellas digitales. Tomé mi celular y llamé a la ambulancia y a carabineros. Al rato llegaron los servicios. Estaba apoyado en la pared de mi casa apenas consciente para ver cuando me subieron. Retiraron el cuchillo y se lo entregaron a la policía como evidencia. Está más que claro: ella es culpable.
Pasó un rato y comenzó el testimonio público de la Alexia, la demandada.
-Gracias a todos los asistentes. ¿Ven este ojo morado? Es culpa del machismo que ataca este país. Salí de casa esperando distraerme un poco de ese clima tan pesado que se respira en la casa. Es una cosa horrible y, para olvidar un poco ese ambiente, fui adonde unas amigas. Nos tomamos unas copas y conversamos harto rato. No voy a entrar en detalle de lo que conversamos, dado que esas son cosas que se hablan entre amigos solamente, pero puedo decir que comentábamos sobre nuestras vidas y yo les comenté de que mi marido siempre se ponía histérico cuando salía. Aquí admito que tengo algo de culpa, pero ya soy una mujer adulta y necesito de vez en cuando algo de independencia. Es normal, ¿No? Bueno, lo que sé es que llegué a casa esa noche algo ebria. Le dije que era un machista porque no me deja divertirme ni siquiera una vez a las mil. Pero claro, la mujer chilena es una sumisa que tiene que estar comiendo de la mano del amo. Pero no. Yo no soy así y no creo que nadie sea así en verdad. Pero voy a contar lo que pasó después. Entré a la casa, con la frustración de no poder hacer nada contra esa idea que él tiene en la cabeza de que debo estar controlada. Yo no le hice daño a nadie nunca antes con mis salidas. Él es el verdadero problema. Él y su doctrina de "mi pareja debe hacer lo que yo quiera cuando yo quiera" Es en realidad un retrógrado en ese sentido. Lo amo, pero es un retrógrado cuando se trata de hablar de la libertad mía. Siempre es lo mismo. Discutimos cada vez que salgo. Esperaba que esa vez fuera diferente y que cuando entrara a la casa me fuera a dormir al lado de la pareja que conozco en vez de ese irreconocible y celoso hombre que me espera hasta las cuatro de la mañana. Me sentí furiosa cuando él comenzó con su sermón. Tanto así que le alcé la voz. Él me alzó la voz y yo le dije "Apuesto a que tu papá te abandonó porque el muy imbécil no tenía con que darte de comer" y después le dije "saliste igual a él". Él ya no estaba pensando. Me gritó "cállate de una buena vez, puta de mierda" y yo me enojé como nunca. Gritó diciendo que me iba a pegar y yo tomé mi cuchillo para defenderme. Le dije que no se acercara o se lo iba a enterrar hasta el alma, pero parecía como si no me hubiera escuchado. Se acercó y me golpeó en la cara y yo me defendí enterrándole el cuchillo. Quedé inconsciente.
No había forma de comprobar ninguna de las dos versiones ni había nada de qué imputar a nadie: el cuchillo era del tamaño permitido por la ley, no había vecinos esa noche, dado que vivían en una casa grande rodeada de oficinas de empresas y no se sabía qué versión era real.
¿Quién dice la verdad?
Eso lo decides tú.