Todavía dueles
Sentada en el mismo lugar de siempre, a la orilla junto a la ventana con un vaso de agua en la mano, escucho con mucha dificultad un bolero, este se mete dentro de mí, como una basurita en los ojos. Ya que casi de forma inconsciente este (mí ojo) comienza a lagrimear. Como si las palabras le hicieran sentido.
Yo desde mi ser pensante, es decir mi cerebro digo: ¡pará es solo un bolero! Además malo cebollero, cortante como las hojas de los cuadernos nuevos, tan predecible como las malas letras de Ricardo Arjona, pero mis ojos hoy, tienen voluntad propia y palabras como volverte a amar, los mantiene en una profunda humedad. Cierro mis ojos, exhortándolos a la cordura, pero ahora se ahogan en un mar de lágrimas, que de no detenerse irán directo al naufragio.
Sigo sentada en mi lugar favorito, con vista al infinito, pero ahora es mi piel la que me hace una zancadilla, ya que se eriza con las palabras – yo no sé vivir sin ti – que locura, yo tan segura de lo que soy y no puedo controlar mis partes. Estoy en esa reflexión cuando mi estomago se vuelve una piedra, dura como el pan de ante ayer, mis piernas se declaran de lana y me posición de reflexión junto a la ventana ya no es suficiente para parar este motín corporal.
Está bien, me declaro vencida por la cursilería de un bolero, pero este no tendría sentido si mi cuerpo entero no lo relacionara con algún recuerdo escondido, después intento calmar mis ansias y bajo la guardia, me abrazo las piernas dejando de batallar entregándome entera al hermoso placer de las lagrimas.
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