No Tengas Miedo (Cap. ocho)

Amanda llevaba varios días sumida en un mutismo extraño, su mente ya no respondía a sus deseos, tirada en la cama, a veces dormía pero se esforzaba por mantenerse despierta, cada vez que cerraba los ojos las pesadillas la invadían, sentía como flagelaban su cuerpo, veía morir a Joaquín mil veces, salpicándola con su sangre que se confundía con la de ella, herida sin razón. En un momento de lucidez se vio al espejo y le asustó la imagen de esa extraña de cabello desgreñado y ojeras espantosas, comenzó a llorar sin saber por qué, se obligó a meterse a la ducha, mientras que su hija esperanzada en esta reacción, se sentó en el piso del baño a esperarla.

Elizabeth la había visto retorcerse en la cama por dos días, sumida en un sopor, llena de miedos, agresiva, no les había permitido llevarla a la clínica, insultándola de una manera que la espantó, se sumía luego en unas pesadillas tormentosas, era lo más terrible que ella había visto y sin duda la experiencia para su madre también era de lo peor. No se atrevía a dejarla sola, la vio tan indefensa, tan débil, tan pequeña, no comía hace días, como si buscara la muerte.

Amanda dejó que el agua tibia la reconfortara, tratando de entender que le pasaba, pero la sensación de terror se apoderó de ella nuevamente, su mente comenzó a viajar sin control, le parecía no estar en el mismo lugar en que estaba su cuerpo, se sentía como dividida, no su cuerpo sino su mente, como si algo la arrastrara fuera de si misma, era como una sensación de vómito y nauseas pero no en su estómago, en su cabeza. Se dio cuenta que estaba parada en la ducha inerte y que su hija trataba de sacarla fuera para que se secara, logró reaccionar y trató de calmar los locos latidos de su corazón.

Mientras su madre se vestía Elizabeth llamó a su hermano al celular y le explicó que no podían dejarla sola. Le comentó brevemente lo que había pasado y le pidió que se encontraran en la clínica urgente. Los gritos de Amanda la hicieron correr al dormitorio, estaba tendida en el piso como luchando con algo que su hija no pudo ver, Elizabeth se abalanzó hasta ella chocando con una descarga eléctrica que le hizo doler todo el cuerpo, cayo de espaldas golpeándose la cabeza, sin embargo los gritos de su madre la obligaron a permanecer lúcida, se levanto a duras penas y en su desesperación logró arrastrarla hacia el pasillo. El departamento se remecía como si hubiera un temblor muy fuerte, presas ambas de un terror indescriptible. Elizabeth tomó las llaves del auto y los documentos y arrastró a su madre fuera de allí.