Cuando de chico escuché algo sobre esto creí que confesando en soledad nuestro arrepentimiento mientras orinamos, uno alivianaba ese cargo de conciencia por alguna falta que hemos cometido. Fue una infantil y ridícula interpretación que no obstante al día de hoy me llega como un oportuno recordatorio; cada vez que estoy frente al inodoro siento en mi espalda un ligero escalofrío por aquella culpa de ninguna manera exonerada todavía…
Texto agregado el 05-02-2014, y leído por 194
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