Por una regla de tres indirecta casi no me gradúo como ingeniero civil; (además toca hacer tesis); (además toca hacer más de mil procedimientos matemáticos complejos, demostrar el aprendizaje de más de mil conceptos ingenieriles y hacer más de mil hojas de trabajos que sí hice correctos); ese tipo de estructura matemática es un poco más difícil de entender que la que es directa, de la que quiero hablar, la cual, creo, todos entenderemos cuando muramos. Es muy complicado hacer mediciones sobre el dolor y la desesperación que podemos sentir los seres humanos y los animales; primeramente porque no hemos sido capaces de entender el padecimiento al que estamos sometidos todos los seres vivos del orbe. Estamos todo el tiempo huyendo de lo que nos hace sufrir, como si realmente pudiéramos evadirlo. La vida de nuestra especie es ridícula, nuestro único propósito real es huirle a la muerte, porque inconscientemente, tenemos claro que ella representa la cima de la turbación.

¿Hay algo más trágico que la muerte? Puede haber muchos tipos de dolores; de cabeza, de estómago, por una enfermedad de los dientes y muchos otros tipos de dolencias; sin embargo, nada de eso se compara con lo que siente el que muere. Para entender cómo funciona la muerte, lo primero que debemos hacer es analizarla, observarla, verla, estudiarla y otras cosas más. Mientras sigamos pensando cosas como “moriré cuando Dios quiera” o “falleceré cuando la naturaleza lo desee”; seguiremos entregándole el poder a la parca para que siga gobernándonos con total plenitud.

Nosotros podemos morir por dos razones, a mi parecer, producto del dolor, o por desesperación o aburrimiento. Las religiones nos han hecho un daño irreversible, todo el tiempo buscan evadir la realidad, entonces consideran que la muerte no es importante; piensan que lo importante es lo que pasa después de ella, y por esta razón nunca podrán hacer el ejercicio que yo estoy haciendo. ¿Les parece correcto tratar de cambiar un dolor real (la muerte), por uno imaginario (el infierno, por ejemplo)? Otra cosa importante para mencionar es que la parca está fuera de control, no hay un lugar o un tiempo en el que estemos seguros de ella. Estamos expuestos a su designio, llamémosla Dios o simplemente naturaleza, da lo mismo.

El libre albedrío no es trascendente, pues no es justo que a uno lo maten y lo torturen simplemente por salir a la calle. Entonces, les voy a exponer mi teoría de tanatología principal. Supongamos un dolorómetro que mida por lo menos de 1 a 100 el dolor; y también podemos suponer un desesperómetro, pues las muertes se pueden dar por una u otra razón. Por dolor, puede ser que uno muera quemado, o por desesperación uno podría morir por asfixia. Entonces hagamos el cálculo; ¿alguna vez se han golpeado un dedo de un pie de ustedes? O, ¿se han machucado un dedo de alguna mano con una puerta? o ¿Cuándo utilizan una aguja para pincharnos en la cola o en brazo, han sentido una caricia del horror? O en la cocina, ¿han sentido un calor angustiante al lado del fogón?

Entonces, pongo el caso de la aguja.

1 inyección -------- 1% de dolor.
Muerte --------- 100% de dolor.

Ésta es mi regla de tres para manifestar mi punto de vista sobre la parca. La pregunta es: ¿cuánto hay que sufrir para morir? Es decir, ¿cuánto es ese 100%? Sólo puedo ser que es mucho, demasiado. Quiero adicionar que no importa si somos ateos, agnósticos, cristianos, budistas, musulmanes etc. Cuando morimos, siempre somos abandonados por la supuesta bondad de las divinidades. Uno puede decir que va a morir tranquilo, pero, ¿quién conoce los planes de la muerte? Ella siempre nos sorprende y nos tortura, aunque sea por unos segundos; hay muertes lentas en las que el 100% se va llenando poco a poco y hay otras rápidas en las que se alcanza la máxima dolencia en un instante. El dolorómetro y el desesperómetro están adentro de nosotros, son nuestro sistema nervioso; el porcentaje a veces sube, cuando tenemos una aflicción y luego baja, cuando nos recuperamos, pero podemos estar seguros de que llegará algún día al 100%. Viendo esto, por lo menos yo, hubiera preferido no haber nacido.