La realidad y la madurez eran mutuamente crudas, esa noche de verano, un cigarrillo y su asesino placer, el tabaco quemándose lentamente acompañado del ladrido de los perros eran el ambiente que alcanzaba a respirar, dejar atrás una vida, una ciudad, elegir un camino se volvía un martirio apetecible, el amor nunca se sintió tan frio, como deseaba volver por ella y hacerle el amor como en los viejos tiempos, pero ya no era posible, la dejé partir, una semana de enero, con mi culpa en los bolsillos, no quedaba mas que sentar cabeza, la locura que antes me avivaba ya era un estorbo mas en cada pensamiento que lograba capturar, me dolia ligeramente la cabeza, y mis oídos se sentían con presión. De pronto se me vino a la mente una vieja frase, “Decir adiós nos matará a los dos”. ¿Qué más podía pasar? En mi habitación llovían los recuerdos de su tierno rostro, su suave piel que me cobijaba en la época del colegio, cuantos te amo le impartí y ya no quedaba ni uno, en el licor y el cigarro encontré una respuesta, (asi es, volvi a fumar), la melancolía de un escritor francés me hacía recordar los filmes del viejo continente, una ciudad manchada por la neblina, música deprimente y escenas de “the dreamers” se me venían fugazmente.
Quizás en algún momento fui malo, no lo sé, pero mi boca y mi cuerpo siempre fueron de ella, ahora me refugio en el minutero, esperando al tiempo para que haga su gracia, que el olvido sirva de una vez por todas, no quiero verla sufrir mas. Encuentro sonrisas al acordarme de sus caricias, mas solo son recuerdos casi tangibles, creados en la cultura del verbo ser, lo fueron, lo serán y quizás en este momento lo son. Todavía quedan rastros de su amor en sus palabras, pero el daño ya lo hice, mirare con recelo quien en el futuro será el que cautive nuevamente su amor, pero sin más que decir debo partir y cerrar la tapa del libro, no seremos mas que una novela inconclusa, un maldito cuento que fue asesinado al momento que su autor se quedó sin palabras.
Tuvimos un escondrijo y ahora cada uno tiene el suyo, la amargura habita en ambos, mas en mi la confusión me predomina. Me apena escribir el típico cliché del quiebre amoroso, pero abunda mas en la literatura el amor imposible que finales felices como los que hay en la televisión, no quisiera recordar esto como un cuento de hadas, sino como uno de los momentos de mis dieciocho años en que fui feliz, soñé y me degollé a mi mismo, ojos asesinos volvieron a por mi y no fui fuerte, siento ahora tener que despedirme, pero la verdad abunda en el recuerdo, fuiste mi mujer, lo eres, pero no lo podras ser, nuestra relación ya acabó, pero este miércoles estaré en el terminal de buses, te tomaré y te hare sentir mujer una vez mas, sin culpa, sin pena ni odio, solo amor, amor en cada beso y en cada segundo que rasguñe tu espalda.
PD: Disculpame y a mis pulmones por volver a enceder un cigarrillo
03/02/14
|