Las manecillas del reloj marcaban el lento pasar del tiempo dentro de la habitación roja, en el interior de esta Alan y Samanta Clair se encontraban sentados frente a frente. Alan pensaba en que todo parecía haberse quedado en silencio e imaginaba que tal vez los pájaros habían perdido su voz y que los automóviles habían integrado un mecanismo a sus motores para disminuir el ruido, lo único que no entendía era por qué un domingo en la mañana todas las personas se encontraban tan calladas, pensó en levantarse para verificar por la ventana pero estaba tan a gusto en aquella posición que prefirió olvidar que el sonido había desaparecido, por su parte Samanta no había prestado atención a aquel detalle pues su pensamiento y atención aun divagaban en la pelea de horas antes, se sentía vulnerable, triste y sola en ese momento pensaba que necesitaba un abrazo caluroso y unas pocas palabras de aliento, tal vez las palabras de una madre protectora o de un padre amoroso pero eso era irreal e improbable pues no podía esperar mucho de una madre sumisa y un padre alcohólico y violento, cuando se sentía como ahora le gustaba sentarse en posición de flor de loto pues sentía que la vida le fluía por entre los huesos y venas alejando de su mente la idea del suicidio.

Ahí sentados y desamparados perdían la idea del tiempo hasta que por unos instantes algo rompió el silencio infinito del que eran presas dentro de aquella habitación; aquel sonido parecía tan imperceptible y a la vez tan omnipresente alrededor de ellos que daba la sensación de ser irreal y a la vez ser capaz de atravesar el tiempo y el espacio, ambos parecían desconcertados tratando de encontrar la fuente de aquel sonido sordo y reconfortante; al mismo tiempo ubicaron la causa de aquel sonido era el aleteo de una bella pero diminuta mariposa negra que pululaba alrededor del viejo reloj de pared, cuando por fin la vieron nítidamente los dos pensaron que era hermosa no solo bella en ese instante sintieron que en su pecho el corazón latía con más fuerza como si tratara de bombear más rápido la sangre a todo el cuerpo pero no bombeaba sangre bombeaba calor, un calor que quemaba pero reconfortaba en el alma, así embriagados de aquel divino calor comenzaron a despojarse de la ropa hasta quedar completamente desnudos y de pie pero aun uno frente al otro. La mariposa ya no jugaba cerca del reloj ahora estaba posada en el suelo en medio de los cuerpos intentando decirles algo a aquellos dos que sudorosos y desnudos se encontraban de frente mirando recelosamente lo que tenían al alcance de sus ojos, en ese momentos ambos no podían comprender lo que sucedía pues su lógica humana no lograba descifrar ni mucho menos explicar aquel calor que parecía emanar de su alma. El calor comenzaba a menguar y la pena comenzaba a invadir sus rostros pero en ese momento encontraron el nuevo paradero de la mariposa, esta yacía a sus pies moviendo casi imperceptiblemente las alas, al observar ese suave vaivén sus cerebros se fundieron en deseo y el calor comenzó a emanar de nuevo esta vez de forma aún más abrazadora, sabían que deseaban una comunión intima pero no carnal si no por aquella lánguida mariposa que parecía comenzar a perecer ante sus ojos, curiosos y escépticos ante la muerte de aquel raro espectro se hincaron para tomarla entre sus manos cuando por fin estaban a punto de poseerla un ligero espasmo atravesó su cuerpo hasta llegar a los huesos lo que provoco que involuntariamente se movieran unos milímetros más hacia delante de lo que deseaban, fue en ese preciso instante cuando sintieron como el roce de unos dedos ajenos a los suyos llenaban de calor los propios asustados retiraron la mano bruscamente lo que provoco que la mariposa levantara el vuelo irreparablemente hacia la ventana, su reacción fue lenta pues lo único que pudieron hacer es mirar atreves de los vidrios como se alejaba aquella belleza hasta confundirse con el cielo azul, cuando por fin dieron por perdida a aquella aparición ambos tomaron la mano que hace un momento escapo temblorosa y la frotaron con la otra acurrucándola junto a su pecho tratando de recuperar el calor que mágicamente se había esfumado de su cuerpo, levantando la vista mirando detenidamente hacia enfrente como tratando de encontrar algo oculto que sus ojos mortales eran incapaces de mirar pero no había nada parecido a lo que buscaban, lo único que encontraron fue su viejo reloj de péndulo que marcaba el tiempo incesantemente como desde que lo recordaban, frustrados e insatisfechos por haber perdido la mariposa y no encontrar nada volvieron a cruzarse de piernas uno frente al otro pero esta vez estirando la mano hacía enfrente con el profundo deseo de encontrar a alguien al otro lado.