No tengas miedo (Tres)
Teresita trabajaba hace años en la casa de los Aliste, la señora Mónica la ha había contratado cuando Joaquincito tenía 6 y la Rominita 3, ya habían pasado casi 40 años de eso, se quedó después que los niños se casaron y aún cuando murió don José Aliste, “el empresario”, “el poderoso” como decían sus amigos, y no lo decían sólo por su dinero, el poder era su mayor posesión, manejaba su empresa y su vida de la misma manera, nadie estaba sobre él, ni siquiera su mujer o sus hijos, altanero y poco generoso. Teresita muchas veces sintió ganas de irse de esa casa, le dolía ver como su patrona y los niños debían marchar al ritmo de este hombre, aceptar sus órdenes como si fueran empleados y que decir del trato hacia ella o al jardinero, pero se fue quedando en parte por el sueldo, ella ganaba mucho mas que el común de las empleadas de casa que conocía, pero principalmente fue por los niños, su madre estaba demasiado atareada levantando su aporreada autoestima.
Así es que pasó a ser la “nana”, la que les curaba las heridas de las rodillas y también de sus corazones. Fue ella quien le ayudó a Romina a elegir los apósitos en su primera regla y la que la llevó a escondidas al ginecólogo cuando comenzó su primera relación en serio, Romina se casó, tuvo hijos e intentó varias veces que se fuera con ella a Miami, pero prefirió acompañar a la señora.
Teresita pudo irse a Canadá cuando su único hijo se casó y se radicó fuera del país con su esposa, un chileno de origen Mapuche con una Brasileña del Sur de Minas Gerais, rubia y espigada. Pero era demasiado lejos para ella, aunque adoraba a sus nietos a los que no les entendía nada de lo que le hablaban, se quedó. La Señora se veía tan sola que le dio pena dejarla, pero sobre todo no se veía viviendo en Canadá, lejos de sus raíces, de su gente, de sus yerbas, por que Teresita amaba su raza, sus tradiciones y cada vez que podía se arrancaba a su Río Bueno querido, a ver a su gente, su prima Isabel era la Machi de su clan, a ella le hubiera encantado tener esos dones.
Con Joaquín había sido todo tan distinto, ella trató muchas veces de ayudarlo, comprenderlo y hacerlo cambiar, pero había demasiado de los genes del padre, “de tal palo tal astilla” pensó…
Don José lo llevó desde pequeño a la empresa, para que aprendiera el negocio y el lo hizo, mal o bien, Teresita no sabía, no entendía de esas cosas, pero de altanería el había aprendido, de desprecio. Joaquín se había casado con una abogada bastante conocida por su participación en un caso contra el Estado, en el que el Gobierno de la época debió pagar grandes sumas por indemnización a retornados exonerados de sus cargos fiscales. Parecían enamorados y tuvieron un niño precioso, pero ella no era como la señora Mónica, por lo tanto no aceptó el trato que pretendieron darle el hijo y el suegro, se separaron y después de varios litigios por la custodia del único hijo, ella se fue a vivir al sur del país con el niño. Fue un golpe duro para Joaquín lo que provocó en él grandes cambios en su carácter. Se puso mucho más huraño, ambicioso y desdeñoso. Últimamente había notado, que Joaquín actuaba de forma muy extraña, ya no se interesaba por nada de lo que pasaba en la casa y casi no dormía, hablaba por teléfono a todas horas, parecía como si además estuviera usando drogas, se veía angustiado y nervioso. Teresita sabía de ello, su sobrino había sido adicto a la cocaína y su hermana y su esposo habían luchado por años tratando de ayudarlo a salir del hoyo en que estaba, pero había terminado en la cárcel por robar para cubrir sus vicios.
Trató de hacerle ver a la señora Mónica que algo le pasaba a su hijo o que quizás tenía problemas con la Empresa. La señora desde que había muerto el esposo estaba como perdida, en vez de mejorar parecía que no sabía que hacer con su vida. Así que la convenció para que se acercara un poco a su hijo y le preguntara, pero no obtuvieron respuesta, el decía que estaba todo bien, que no se preocupara y por último que no se involucrara en lo que no debía.
Hacía un año que Joaquín había asumido el puesto del padre, al principio se veía feliz, pero Teresita que lo conocía se daba cuenta que algo relacionado con el trabajo era lo que lo tenía tan mal, así que se propuso seguir insistiendo con su patrona para que se preocupara por lo que estaba pasando. Ella, hizo varios intentos por acercarse al hijo prepotente y altanero, hoy era uno de esos días, Teresita escuchó desde la cocina la voz iracunda de Joaquín, nerviosa dejó las lechugas que estaba lavando, se secó las manos y silenciosamente se acercó al salón, llegó justo para verlo salir molesto y muy alterado.
La señora Mónica se veía muy agotada por la discusión, Teresita la sostuvo y la ayudó a sentarse
- No puedo más, no puedo más… esta vida sin sentido que he vivido y mi hijo… es como si no tuviera hijos
Teresita le tomó las manos notando el temblor en la señora y el frío.
- Ocupó mi dinero Teresa, ya no tengo nada, ni siguiera se han pagado mis cuentas… ni se compraron mis remedios… me traes un té por favor, me estoy congelando
Teresita corrió a la cocina, sin saber que decir, ¿cómo era eso que le había quitado el dinero?, que clase de hijo hacía algo así, sirvió el te para la señora y se apuró par volver junto a ella, la encontró tendida en el piso, trato de reanimarla pero no pudo. Pidió ayuda a gritos, mientras marcaba el número de emergencias, pero todo fue inútil la señora ya se había ido, tal y como había vivido, sin aspaviento, en silencio, digna ante el dolor.
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