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Interestatal 10
A las 5:30 a.m. iniciaba su jornada, se despertaba antes de que sonara el viejo y destartalado reloj de cuerda, siempre puntual, justo antes que timbraran las destempladas campanillas. Preparaba su café y ponía a hervir dos o tres huevos para llevar de bocadillos, aún cuando era oscura la mañana.
Con el pijama colgándole hasta media nalga, se encaminó a la parte trasera del jacal para descargar la vejiga.
Al sentir en sus pulmones el fresco de la madrugada se despabiló por completo. Un largo bostezo, estiró los brazos y arqueó la vieja espalda que soltó unos crujidos secos. Así iniciaba sus días aquel viejo llamado Estanislao López.
Preparó sus alimentos, los materiales y su herramienta; posteriormente subió todo a la vieja apache del '68
– Vieja desgraciada aún tienes tus encantos -
Se dijo pensando en su querido vehículo, mientras sonriendo para sí mismo buscaba un cuenco y vertía unas cuantas tortillas húmedas, mezclándolas con un huevo crudo que depositó en el suelo para limón, su perro. El animal no se acercó en respuesta al penetrante silbido con el que Estanislao lo llamaba. Intento dos veces más, sin obtener respuesta.
- Andará de romance con alguna perrita de por ahí- , pensó y con gesto desinteresado se encamino al vehículo.
-Ese maldito bicho sí que sabe en qué ocupar su tiempo - gruñó y encendió el motor y tomó camino hacia la carretera interestatal 10.
Llegó temprano al tramo que le habían asignado, y pronto comenzó sus labores de mantenimiento, colocó los conos de seguridad y las barreras con ayudas visuales que indicaban “PRECAUCION HOMBRES TRABAJANDO 500 mts.”
El clima en el desierto de Texas es muy extremo las noches registran temperaturas cercanas a los 5 grados centígrados, pero en el transcurso del día pueden ascender hasta cerca de los 40 grados. Esa mañana ya el sol estaba apretando cuando Estanislao se secó el sudor de la frente con la manga de su camisa y miró hacia el horizonte…nadie por el camino.
-Como siempre nadie a quien saludar nadie con quien conversar.- dijo en voz alta
- Que al cabo que ni falta me hace – volvió a decir y se sonrió. De la caja de su camioneta sacó su termo de agua y bebió a grandes tragos el refrescante líquido.
-Pinche limón a ti si te extraño viejo bicho -
Pensó en su perro al que había recogido de cachorro a orillas de ese mismo camino.
- De seguro andarás por ahí persiguiendo y fornicando con tu perrita.- transcurrieron las horas y ya se metía el sol en el horizonte, Estanislao recogió sus materiales con los que sellaba las grietas de la cinta asfáltica y subió todo a su camioneta. Recogió las ayudas visuales y los conos de plástico anaranjados. Llego a su jacal cuando casi oscurecía; se preparó un recalentado que aún tenía en la nevera.
En total silencio consumió sus alimentos y después se recostó en su camastro evocando las imágenes de otros tiempos, pensó en cuando era joven y tenía la ilusión de llegar a su hogar, recordaba a su esposa cuando se amaban y en los tiempos en que ella aún no tenía en su imaginación irse con otro. Fumándose un destartalado cigarrillo mantenía su vista fija en el calendario, un día tras otro y todos los días le eran parecidos, la misma rutina, levantarse, preparar el desayuno, dejarle alimento a su vagabundo perro, e ir al tramo de la carreta y de regreso... Igual que el día anterior.
-Ya va a ser día quince, a ver si mañana llega el supervisor a revisar el tramo y a ver si me cambian a otro sector donde haya más tráfico, de perdida para distraerme un poco –
Pensó, antes de quedarse dormido.
La mañana siguiente fue exactamente igual a la anterior, fría la madrugada cálida la mañana y caluroso el atardecer.
Día tras día era lo mismo y Estanislao no recibía indicaciones de sus jefes. Hasta pareciera que se habían olvidado de él. De alguna manera sabía que no era así, porque en el almacén pegado a su jacal siempre había material disponible para las reparaciones y siempre que regresaba había suministros para él. Imaginaba que surtían su despensa mientras él estaba en el tramo de la carretera. De esa manera transcurrían días y días siempre iguales
El aburrimiento y la soledad comenzaba a hacer estragos en su mente, Estanislao ya conversaba de manera habitual consigo mismo preguntándose cómo había amanecido, si ya tenía hambre o haciendo comentarios acerca del calor.
A veces recapacitaba en que conversaba consigo mismo y soltaba una risotada insultándose asimismo
- Jajaja ya estás bien pinche loco Tanis’ - así se refería asimismo.
En su mente comenzó a fraguar la idea de no regresar al día siguiente al tramo de la carretera y esperar al camión surtidor de materiales para preguntar por sus jefes, o al menos conversar con el operador.
Pero siempre ganaba el imperativo categórico haciendo que cumpliera con sus deberes. Aunque Estanislao poco o nada supiera de Immanuel Kant y sus criticas de la razón.
-Mañana me voy a traer al limón - pensó - a ver si ese chingao perro de perdida me hace compañía, hace un montón de días que no lo veo a lo mejor hasta se lo comieron los coyotes. …. Mm no creo - se contestó asimismo, - ahí hemos vistos su pisadas y además se traga toda la comida que le dejo cada día.
-¿Pero a donde fregaos se mete ese animal? Debería andar aquí en la chinga! Para que se gane el alimento. -
-Ya no seas chillón Tanis y mejor friégale a poner los conos.-
- ¿Para qué me molesto en poner las ayudas visuales y los conos de protección si nunca pasa ni una maldita bicicleta?-
Así eran los pensamientos que cruzaban la mente de Estanislao y como siempre el sentido del deber ganaba y cumplía su habitual rutina.
Estanislao había escuchado del proyecto de esta carretera, la interestatal 10 que cubría un amplio corredor que atravesaba los estados de california, Arizona, Texas, Nuevo México Luisiana, Mississippi, Alabama y Florida, con más de 3.900 km era una vía importante, es por eso que se le hacía raro que por su tramo no hubiera tráfico vehicular. Sabia por ejemplo que allá en Houston esta misma vía tenía el nudo de tráfico más complejo del mundo y por el tramo que le habían asignado para su ver era el pedazo de carretera menos concurrido del universo.
Conforme pasaban los días el sentimiento de Estanislao cambio de la simple ansiedad por saber de sus jefes, al enojo y a la persistente idea de que lo habían dejado olvidado, en su febril imaginación hasta pensó que había sido abducido por alguna de esas naves locas con monitos verdes en su interior.
Había algunos días, en especial los días de máximo calor en que casi sentía que venían carros, casi escuchaba los motores rugir raudos a velocidades altas pero cuando levantaba la cabeza para divisarlos el sonido se iba y la imagen de un auto a la distancia nunca llegaba.
En algunas ocasiones le parecía escuchar sirenas de vehículos de emergencia, otras veces en que atardecía le parecía ver a lo lejos los faros brillantes de un auto pero este nunca se acercaba, Estanislao se subió a su camión y se dirigió hacia donde venían los faros, pero nunca acortaba la distancia, un miedo aquedarse sin combustible le hizo regresar y esperar el auto. Pasaban los minutos y las luces no llegaban así el sueño le venció y en ese dormitar lo despertó el ruido de motores pasando pero al levantar la cabeza y ver la carretera. Seguía sola como siempre. Vencido por el cansancio regresó a su jacal.
Al amanecer ya lo tenía decidido. Ese día no iría al tramo, esperaría hasta que llegara alguien y así obtendría las respuestas, además así sabría quien se comía la comida de su perro, porque ahora estaba casi 100 por ciento convencido que su perro al igual que su mujer y que sus jefes lo habían abandonado.
Una profunda depresión comenzó a ocupar su mente haciéndole sentir desprecio por quienes no habían valorado su trabajo y que lo habían simplemente dejado ahí olvidado como una herramienta inservible. Pero la razón se imponía y la lógica de su mente le cuestionaba ¿pero entonces por qué me traen los materiales? ¿Quién me los trae? ¿será que revisan lo que avanzo por medio de esos satélites tan modernos que dicen que te pueden ver limpiándote el culo en pleno monte?
No, no lo creía tanto así pero de alguna manera sus jefes sabían del trabajo que estaba realizando.
Sentado en su silla y fumando un cigarro tras otro, lamentaba no haber pedido en la lista de suministros una botella de licor. Ahorita sí que necesitaba un trago de aguardiente para calmar sus nervios. Y relajarse un poco. Diantres! Si no había tomado descanso al menos que recordara, trabajaba diario sin importar si era sábado o domingo.
Ahora qué estaba haciendo un alto en sus actividades reparó en ese pequeño pero significativo asunto. No había tenido ni un día de descanso en…. ¿cuánto tiempo tenía trabajando? !Cielos! No podía recordarlo!. Con esfuerzo hizo memoria de la fecha en que llego al tramo.

Comenzó por recordar la fecha en que se casó, luego cuando su mujer lo dejó que fue dos años después, no recordaba exactamente pero no habían pasado a lo mucho dos meses que se embarcó en este proyecto, y como no tenía a que regresar a su abandonado hogar decidió trabajar y quedarse en ese habilitado jacal. Recordó que los primeros días se quedaba con él un compañero, ¿cómo se llamaba? …. Creo que José, un mexicoamericano que era muy reservado pero al menos tenía platica, hasta que un día también él lo abandonó.
Caray como le costaba recordar. Con mucho esfuerzo hizo memoria de cuando encontró al cachorrito indefenso, que después sería su hasta ese entonces: fiel compañero. Que por cierto, también lo abandonó.
¿Qué he hecho mal? ¿por qué me abandona todo el mundo? ¡¡¡si solo hago mi trabajo le mejor que puedo!!!- gritó.
Le pareció escuchar afuera el sonido de un motor que se acercaba y salió al cobertizo.
Nadie, solo el polvo que levantaba el aire.
La noche llegó como siempre, y lo despertó la sensación de frio y hambre, se había quedado dormido en el sillón esperando. -hoy no vino el mensajero, quizá hoy no le tocaba su vuelta mañana seguro vendrá.-
Entró al jacal y preparó una cena ligera, después de fumarse dos cigarrillos se recostó en su camastro. No tenía sueño pues había dormido un buen rato así que en la oscuridad de la noche solo brillaba la tenue lucecilla rojiza del pitillo.
Mañana me largo a la ciudad - pensó con determinación. Y con esa convicción inició el día. Se levantó de su camastro muy de madrugada. Preparó un buen almuerzo para la media mañana, bebió café negro y se dirigió al cobertizo de almacén para cargar el tanque con combustible.
Una terrible sensación de miedo e incertidumbre le recorrió el cuerpo cuando descubrió que el tanque de almacenamiento estaba vacío, buscó el otro y también estaba vacío y recubierto de una espesa capa de polvo. Corrió hasta donde estaba la vieja camioneta y la descubrió con las llantas bajas y en un estado deplorable, con el capó abierto y el motor desvencijado. En el interior de la camioneta los asientos estaban deshechos y el polvo era el dueño y señor. Esa camioneta parecía tener más de diez años abandonada, el óxido cubría la mayor parte de lo que antes era una pintura opaca.
-¡No! ¡No es posible! Si ayer conduje esta misma troca.
- ¿ayer? -Su voz retumbó en su cabeza preguntándose
- ¿estás seguro Estanislao que fue ayer? Te quedaste dormido ¿lo recuerdas?- se contestó asimismo
-si pero, no me pude haber dormido tanto tiempo. ¡¡no chingues!!
-¿¡¡Qué está pasando!!? -Gritó, mientras caía de rodillas en el polvo del semi desierto, extendiendo los brazos al cielo.
Poco a poco se fue calmando y enjugando una lágrima con el dorso de su mano supo qué había pasado.
Era seguro que lo habían despedido por no haber ido a trabajar el día anterior - si eso debía ser - se repetía constantemente.
-Aunque… ¡no!, no podría ser eso puesto que aún tenía en su jacal los restos de comida del día anterior, entonces no pudo haber sido así. Su angustia aumentaba y seguía preguntándose ¿Cómo se había metido en esto?
El sonido de una puerta metálica al abrirse lo saco de su ensimismamiento. Contrario a lo que se hubiera esperado no escuchó el ruido del motor del enorme camión amarillo que había estacionado justo enseguida de él.
El chofer del autobús, abrió la puerta, le miro sonriente y le pregunto: ¿Estanislao López Salazar?
-Si señor soy yo para servirle-
- Bueno, pues suba ¿qué espera?
- Pe...Pero! A dónde se supone que va?
-¿Es que no lo sabe aún?
-¿Saber qué?
-Suba hombre, acá le explico-
Estanislao subió al camión. Y la puerta se cerró.






Lunes por la mañana.
Ernesto conducía su camioneta a velocidad moderada por la interestatal 10, salió de Houston esa mañana y se dirigía hasta la ciudad del paso Texas para visitar a sus tíos. Con él, iba su pequeña hija Montserrat de ocho años. Después de un largo juicio de divorcio, había cedido gran parte de su fortuna y muchas propiedades a cambio de poder contar con los beneficios de pasar los fines de semana y las vacaciones de verano con su hijita.
Iban por la carretera cuando la niña vió algo que le sorprendió.
-¡ay! Papi ¡ví un panteón!-
-¿Cómo un panteón?-
-Si, al lado del camino estaba una tumba-
-¡Ahh!, -sonrió Ernesto- no hija, no es una tumba.-
-¡Sí! Papá, ¡yo la ví! Tenía una cruz y estaba de color blanco.-
-Sí, lo sé, también la ví. Pero ahí debajo no hay nadie, es solo una ofrenda o como un monumento que alguien dejó para recordar algo que ahí paso; como un accidente, o algo así. De hecho creo que hay una historia de un trabajador de esta ruta que tuvo un accidente cuando estaban construyendo esta carretera. ¿te cuento algo tenebroso?-
- ¡Si papi! Dime-
-Algunas personas cuentan que aún lo pueden ver trabajando. Sobre todo en los días calurosos de verano. Justo como hoy
Mira ahí...-
-¡Ayyyy papi no me asustes!... - dijo la niña sonriendo.
A un lado del camino Estanislao vio pasar la veloz camioneta de Ernesto y notó a la pequeña de mirada asustada que pareció reconocer que él estaba ahí.

Texto agregado el 30-01-2014, y leído por 141 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-01-2014 Me cautivó! No pude dejar de leerlo hasta el final. Algunas faltas en la puntuación, pero es lo de menos. Clorinda
 
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