Era un día como cualquier otro, yo era un alma inocente, disfrutando del dulce de la vida, cuando los acontecimientos cayeron sobre mí, avergonzando a mi pequeño ser más allá de las palabras y los hechos.
No me di cuenta lo que estaba pasando hasta que respiré mi primera bocanada de aire, justo en ese momento vi que estaba suspendido por una de mis piernas y la cabeza hacia abajo sostenido por una figura de delantal blanco y un cartel en el pecho que declaraba su especialidad: Neonatólogo
Estaba mirándome con una sensación de sorpresa y rechazo mezcladas. Yo sólo podía ver sus ojos, estaba usando una máscara quirúrgica, pero pude observar el asombro que habitaba en ellos.
Tan pronto como comprendí que estaba completamente desnudo y rodeado de mucha gente vestida que me miraban con incredulidad, me sentí desconcertado y hundido en una gran humillación, esto me dejó tan avergonzado que solté un alarido poderoso para divulgar mi incomodidad y vergüenza.
Nadie parecía sorprendido por mi grito, una de la enfermera dijo con algo que parecía ser una línea intermedia entre la admiración y la duda:
-¿Está seguro de que esto es todo?
-¿Qué más? -respondió el neonatólogo .
-¿Cree que deberíamos tirarlo al cubo de la basura? -preguntó otro facineroso enmascarado y con un cartel que anunciaba Anestesiólogo.
-Es mejor que esperemos unos días, -respondió un hombre que tenía una pequeña placa en el pecho con la inscripción "Jefe" -Supuse que era el sheriff.
-Sí, -estuvo de acuerdo una chica rubia menuda que parecía de 12 años pero tenía una placa que decía Dra. Simmons, -si dentro de unos días se pone mejor podemos dárselo a su familia.
El médico que me sujetaba por la pierna, se acercó a un gran tanque lleno de agua y me hundió varias veces para que me limpiara, luego pasó a mi pobre ser a una enfermera reticente en recibirme, con la recomendación:
-Envuélvalo completamente, trate de dejar afuera sólo la nariz cuando la familia venga a verlo.
En minutos estuve arrebujado en un montón de pañales y mantas, me pusieron en una cuna lejos de la ventana donde los familiares se reúnen para ver el recién nacido.
Sólo en ese momento pude recuperarme lentamente de la conmoción, pero les aseguro que fue el momento más vergonzoso de mi vida.
Y no estoy contando todos los ritos a los que mis druidas me han sometido antes de ser aceptado como miembro del clan. |